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El mito de la caída y el problema de la libertad Pintura e instalación. Santiago Ydáñez. Paraíso perdido. Galería Isabel Hurley. Málaga. Paseo de Reding, 39. Hasta el 8 de marzo de 2008.
Como suele ser
habitual en la obra de los últimos años de Santiago Ydáñez (Puente de Génave,
Jaén, 1967), la exposición Paraíso perdido ofrece dos niveles
complementarios de lectura: uno estético y otro filosófico. El nivel estético es
estrictamente visual y tiene que ver con la relación de la pintura de Ydáñez con
otros medios artísticos, especialmente la fotografía, en el sentido de que, en
vez de
El nivel filosófico
es mucho más complejo. Lo es por la sencilla razón de que Ydáñez emprende aquí
una intensa reflexión sobre el mito del ángel caído y la caída del hombre
tomando como base poética y filosófica El Paraíso perdido de John Milton,
aparecido por primera vez en 1667 y casi con toda seguridad el poema más
grandioso, profundo y hermoso de la literatura occidental desde Dante. La caída
es doble. La que más parece interesar aquí a Ydáñez es la caída del ángel, la
rebelión de Lucifer, de Luzbel, contra su Creador, un tema caro al Romanticismo,
pero que William Blake exageró al considerar a Satán el verdadero protagonista
del poema, por la atracción sin duda que ejercía en él el motivo de la rebeldía.
La similitud entre esta rebeldía y la nueva posición espiritual del artista
romántico, que es lo que en realidad le interesa a Ydáñez, es muy sugestiva. El
artista romántico, individualista y rebelde, no acepta la sumisión a ningún
cliente, quiere conservar una pureza imposible. En el fondo de estas obras
subyace como fecunda corriente subterránea la titánica rebeldía de Fichte,
quintaesencia del encuentro entre Idealismo y Romanticismo. Ya lo dijo Friedrich
Schlegel en un célebre aforismo en la revista Athenäum (1798): «La
Revolución Francesa, la Doctrina de la Ciencia de Fichte y el Meister
de Goethe son las principales tendencias de la época». La convergencia se
produce, sobre todo, a partir del Yo fichteano, absoluto, libre,
Ydáñez, enfrente de la figura de un cisne caído, el ángel, coloca un paisaje nevado, la naturaleza, el mundo, la realidad. Y aquí entra en juego la parte más importante del poema de Milton, traducida por Ydáñez en un soberbio contraste entre la metáfora de la caída del ángel, representada por una potentísima instalación de tres ciervos colgados boca abajo del techo, y la realidad finita, representada por una de las imágenes más desgarradoras de los Desastres de la guerra de Goya, interpretada por Ydáñez. Aquella parte del poema de Milton es la caída del hombre. La mujer come del fruto prohibido por volubilidad, curiosidad, sin ser consciente de la transgresión. El hombre come por compartir el destino con su compañera. El problema capital es el de la libertad. La libertad para el bien y para el mal. Nunca han dejado de ser libres. Pero ahora, que han sucumbido a la pasión, entran en el mundo, el Paraíso perdido desaparece para siempre, y surge la muerte. Pero también la posibilidad de redención por el Hijo. Esta hondísima dimensión teológica de Milton no puede ser escamoteada. Ydáñez ya no entra aquí, pero constituye otro motivo de reflexión para el futuro.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 8 de febrero de 2008
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