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Un epígono de la vanguardia Pinturas y grabados de Javier Vilató, un heredero de los presupuestos formales del arte del primer tercio de siglo Pintura y dibujo. Javier Vilató. Palacio Episcopal. Málaga. Plaza del Obispo, s/n. Hasta el 9 de julio de 2000. Exhibida inicialmente en el Museo Goya de Castres, esta muestra antológica hay que enmarcarla dentro de la serie de merecidos homenajes que desde el otoño pasado, con la retrospectiva del mes de diciembre en la sala Dalmau de Barcelona, se están dedicando a la figura y la obra de Javier Vilató (Barcelona, 1921 – París, 2000), tardío reconocimiento sólo precedido por la magnífica retrospectiva que en 1995 le organizó la Fundación Arte y Tecnología de Telefónica, su primera gran exposición en España. Hijo del
neuropsiquiatra Juan Vilató y de Lola Ruiz Picasso, hermana del genial creador
malagueño, Javier Vilató, al igual que su hermano José “Fin”,
prematuramente muerto en París, fue un artista de tempranísima vocación,
especialmente protegida y fomentada por su tío Pablo, quien sentía particular
afecto por ambos sobrinos, como lo demuestra el hecho de que durante la guerra
civil española acogiese a Javier en Francia, enseñándole cuanto pudo en el
arte de los pinceles y del cincel. Este estrecho y privilegiado contacto con el
más grande y proteico hacedor de formas del siglo veinte, qué duda cabe, y así
lo ha reconocido él mismo en múltiples ocasiones, influyó decisivamente en la
maduración del lenguaje artístico de Javier Vilató, aunque nunca adoptando
una actitud servil o subordinada, sino recogiendo esas enseñanzas y reelaborándolas
en función de su propia personalidad. El libre desarrollo de ésta, entre otras
razones, no sólo fue posible porque aquella instrucción artística se fundaba
en la desinhibida apertura ante la infinita y cambiante variedad del mundo de
las formas, que debían siempre ser traducidas con ayuda de los elementos
intransferibles que proporciona el espíritu Grabador de técnica depurada y
precisa, bien fuese en el empleo del aguafuerte, la aguatinta, la punta seca o
la manera negra, Vilató es también un pintor con un extraordinario dominio de
la técnica, muy culto en todo lo referente a la tradición artística
occidental y de las culturas primitivas, y del que puede decirse que si bien es
palpable en su obra la influencia de Picasso y del cubismo analítico, de
Matisse, de Paul Klee y del surrealismo, sus lienzos nos descubren a un artista
profundamente personal, visible sobre todo en el tratamiento del cuerpo femenino
y del rostro de la mujer, en el lirismo sensual de su estilo, en la equilibrada
construcción y estructura de sus composiciones, en la jovialidad y sano
vitalismo de su arte. Para confirmarlo, no hay más que detenerse en tres de los
cuadros exhibidos en esta magnífica muestra: Retrato de Germaine, Media
luz y
Su reflejo, este último una espléndida pintura de atmósfera onírica
donde las figuras de los amantes corretean desnudas al borde de una playa
mediterránea. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 17 de junio de 2000
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