La transfiguración de la materia

Escultura y dibujo. Suso de Marcos. De lo divino y lo humano.

Museo Municipal de Málaga. Paseo de Reding, 1. Hasta el 22 de noviembre de 2009.

El primer rasgo que advertimos al contemplar tres decenios de producción escultórica de Suso de Marcos (Boimorto, La Coruña, 1950) es la radical dualidad temática que la atraviesa, o, si se quiere, el doble itinerario que el artista ha seguido en su infatigable Suso de Marcos. REVELACIÓN II. 1999. Madera y hierro. 200 x 69 x 69 cm.investigación: de un lado, el contenido religioso, la sujeción también a unos cánones, a unos gestos, a una apariencia externa; de otro, la obra abstracta, la pura creación interior, con referencias sobre todo al mundo poético de sus autores preferidos. Ambos caminos no sólo no son excluyentes, sino que se complementan, y, sin contradicción alguna, se retroalimentan. Ello se debe, principalmente, al trasfondo de artesano que sigue existiendo en el Suso de Marcos creador y artista, esto es, a cómo no ha renunciado conscientemente a seguir siendo un artifex. Es el exacto conocimiento y el amor a los materiales, seleccionados con cuidado y precisión; es, asimismo, la inclinación natural por la obra bien hecha, acabada, salida enteramente de sus manos, cual objeto perfecto, impidiendo así que aparezca esa enfermedad del espíritu que es la alienación y que se cebará con los obreros industriales.

Pero de Suso de Marcos también puede afirmarse lo que Leon Battista Alberti reclamaba en «De Pictura» para no ser sólo un artesano excelente y ser considerado artista, a saber, ser un «uomo buono et docto in buone lettere», un hombre de buen carácter y grandes conocimientos, como traduce Rudolf Wittkower. La discreción y el silencio mediático de Suso no deben ensombrecer su innata curiosidad, sus múltiples ambiciones intelectuales. En la obra religiosa, que es casi siempre una obra de encargo, Suso de Marcos, como podemos apreciar en algunos relieves hechos en madera de cedro, da vida a unas formas íntimamente emparentadas con los presupuestos teológicos del Concilio Vaticano II, tan beneficioso y tan necesario para la Iglesia, su indiscutible, como diría el papa Roncalli, aggiornamento. Son formas que pertenecen por derecho propio a la traditio moderna, que se remontan a Manolo Hugué o a Pablo Gargallo, formas profundamente espirituales que se reconcilian con la materia, con la madera dura y resistente que nos ofrece la naturaleza. En este mismo apartado, asombra su capacidad para el detalle y lo minucioso, como en esa espléndida galería de santos, de tan sólo quince centímetros de altura, realizada en madera de limonero, una madera blanda que permite que finísimas gubias transfiguren la materia bruta en forma modelada para ser vista con los ojos del espíritu.

El Suso de Marcos, sin embargo, más personal es el de las esculturas abstractas, en las que emplea todo tipo de materiales, desde la madera, la piedra y la terracota, hasta el plomo, el acero inoxidable, el hierro y el aluminio. Con un conocimiento profundo de la escultura contemporánea, esa misma escultura que, al decir de Hans Sedlmayr, ya desde fines del siglo XVIII, con los neoclásicos, quiso ser escultura pura, autónoma, autárquica, Suso de Marcos procede a una extraordinaria síntesis y depuración, eliminando todo lo accesorio, es decir, procediendo a una investigación de la forma en el espacio, pero una forma que, en él, nunca es una forma fría, analítica, muerta, sino una forma en estrecha comunión con la naturaleza de la que procede, una forma que quiere dar respuesta a preguntas quizá sin solución que se plantean los hombres en los que anida la idea de trascendencia.

 

 

 

 

 

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 30 de octubre de 2009