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El carácter esencial de la forma Pintura. escultura y dibujo. Gerardo Rueda, 1946-1996. Museo del Patrimonio Municipal de Málaga. Paseo de Reding, 1. Hasta el 27 de marzo de 2011. Gerardo Rueda (Madrid, 1926-1996) es, sin duda alguna, uno de los nombres fundamentales del arte normativo en nuestro país durante la segunda mitad de la pasada centuria. Pintor culto, conocedor profundo de las principales corrientes artísticas internacionales contemporáneas, supo siempre elaborar una obra en la que, sin ocultar sus referencias de origen, se gestaba una gramática y una sintaxis sumamente personales, cuyos rasgos más sobresalientes siempre eran la exquisitez y la elegancia, la atención al número, la medida y la armonía del conjunto. Porque Gerardo Rueda era un heredero de una antiquísima tradición mediterránea que se remonta a Pitágoras y a Platón y que después va a ser redescubierta por algunos arquitectos, escultores, pintores y matemáticos del Quattrocento, a saber, aquella que considera que el número y la medida de las partes en relación al conjunto resultan determinantes para que el objeto posea armonía, esa euritmia que lo convierte en un objeto portador de belleza. Hay una belleza consustancial en los objetos de Gerardo Rueda, una belleza relacionada con la proporción y la armonía, lenguajes universales que nos proporcionan la esencia del mundo y de lo que es. Y esa esencia, en términos de correspondencias entre los objetos, está basada en la matemática. Pero eso no significa que la obra de Gerardo Rueda sea fría, distante y alejada del observador; antes al contrario, es una obra en la que se aprecia la huella de la mano del artista, en la que gusta de representar dualidades entre lo geométrico y lo exacto junto a lo rugoso e irregular. Perteneciente al Grupo de Cuenca, junto con Fernando Zóbel y Gustavo Torner, los tres fueron los principales responsables en poner en marcha esa institución llena de frescura que fue el Museo Español de Arte Abstracto, una auténtica bocanada de aire puro en un paisaje museístico y galerístico muy pobre en la segunda mitad de los cincuenta. El patrocinio del Ayuntamiento de Málaga y del hotel Incosol han hecho posible esta espléndida exposición que puede calificarse de retrospectiva, pues abarca medio siglo de la producción del autor, estando en ella representadas sus etapas más características. El trabajo metódico, riguroso, el conocimiento exacto de las posibilidades estéticas, texturales y poéticas de los materiales, conducen a Rueda a una obra muy pensada, reflexiva, en la que las medidas de conjunto, la forma general, la forma de los objetos que se introducen en cada una de las piezas y los colores, colaboran al unísono en el resultado final. Hay esculturas soberbias, de una extrema sencillez, y, por eso mismo, plenas de esencialidad, como Mesa, de 1986, así como otras, caso de Rotondo en verdes, Espejo opaco y Bodegón con taco, que suponen un fecundo diálogo con ese gran maestro del collage que fue Kurt Schwitters, creando ahora una especie de microcosmos de formas geométricas elementales, que parecen comunicarnos la necesidad del orden y la medida, como pensaba y creía firmemente ese compañero intelectual de viaje por el conocimiento del mundo que es Platón.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 12 de febrero de 2011
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