Convergencia  y  pluralidad

Diversas técnicas. Fernando y Vicente Roscubas.

Centro Cultural Provincial. Málaga. C/ Ollerías, s/n. Hasta el 22 de febrero de 2002.

Activos y muy conocidos desde mediados de los setenta en el panorama artístico de la capital bilbaína, los hermanos gemelos Fernando y Vicente Roscubas (Palma de Mallorca, 1953) han atravesado diferentes períodos en su dilatada trayectoria, desde trabajar en común y firmar indistintamente las piezas expuestas, hasta diferenciar de manera expresa la actuación individual de cada uno, circunstancia que tampoco ha impedido que exhibieran conjuntamente sus obras. En cualquier caso, sin embargo, sus propuestas se han caracterizado por una labor muy profesional y un impecable acabado, preocupándose tanto de la ejecución técnica como del aspecto artesanal de numerosos objetos creados por sus manos, en los que predomina un peculiar eclecticismo deudor tanto del expresionismo, del pop y del conceptual. Precisamente de raigambre pop es su interés en la figuración, del mismo modo que el uso que inicialmente hicieron de la técnica del dripping tiene un indudable parentesco con la originaria relación entre el pop estadounidense y el expresionismo abstracto, como por ejemplo puede observarse en Jasper Johns y Rauschenberg. En cuanto al carácter conceptual de algunas de sus propuestas, ni se trata Fernando y Vicente Roscubas. " Los aliados deben ir en armonía ". 1997-98. Okume y acrílico. Medidas variables.de un tautologismo ni de un antiobjetualismo, sino de un uso del término «concepto» entendido como «proyecto», esto es, sin eliminar la materialización y, por tanto, la dimensión física de la obra. Expresionista, en último lugar, suele ser en más de un sentido su pintura, de colorido intenso y subjetivo, vehículo sincero de las emociones y sentimientos de sus autores.

Quizás la pieza más representativa y polisémica de la muestra sea Los aliados deben ir en armonía (1997-98), un conjunto de catorce cabezas realizadas en okume, una madera ligera y de color rosado de procedencia africana muy apreciada en ebanistería, y pintadas con acrílico. A medias entre el objeto artesanal y la obra tecnológica, cada una de estas cabezas (aquí sólo se exponen cuatro o cinco), calculadas y proyectadas en el ordenador, se obtiene de la superposición de numerosas láminas de madera cuya sección es parecida a las curvas de nivel de un mapa topográfico, aunque también guardan estrecha y sorprendente relación con algunos de los trabajos de finales de los sesenta del escultor norteamericano Robert Mallary, uno de los pioneros del arte cibernético. Hechos asimismo con goma, estos nuevos tótems de la civilización posindustrial provocan un extraño efecto en el espectador, al unísono placentero, seductor e inquietante. Sin el alargamiento de las anteriores, las cabezas realizadas con poliéster y recubiertas de lana, como la titulada Volvió el invierno, impresionan por la perfección de su acabado final. Mucha más ironía hay en otra pieza que enfatiza especialmente su lado artesano, Hay tiempo para todo, para el trabajo y para el placer, una táctil recreación en escayola pintada con acuarela y con un efecto de negativo fotográfico del más célebre cuadro de Fragonard.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 11 de febrero de 2002