Oskar Ranz

ENRIQUE  CASTAÑOS  ALÉS

Desde mediados los noventa hasta hoy, toda la producción de Oskar Ranz (Pamplona, 1974) puede explicarse como un intento de llevar a la práctica una teoría acumulativa de la pintura, teoría que a su vez se sostiene en la importancia concedida al proceso de ejecución, hasta muy recientemente mantenido en reserva. Tres son, en este sentido, los hitos principales de su actuación plástica. En primer lugar, el uso del collage, esto es, del añadido, y del decollage, es decir, de la acción de quitar, de arranca, que podemos observar en las cuatro series realizadas durante aquel periodo. En la primera de esas series, Gota, segundo de agua, desemboca (1996-98), las gotas de pintura se ofrecían como lluvia anterior a la espesa capa de sucesivas manos de color; en la segunda serie, Naufragio con espectador (1999-2000), la superficie elaborada a través de reiteradas capas de pintura era sometida a un proceso de lavado que sólo permitía ofrecer las huellas de aquella repetitiva elaboración; en la tercera, Despieces, en la insensatez de corazón (2001-2002), aquella acción de arrancar, de decollage, se convertía en el inicio de un nuevo proceso creativo; finalmente, en Vestir una piel nueva, cubrir la sangre vieja (2003-2004), aquel decollage se transforma en collage, puesto que ahora la superficie va a recibir los trozos arrancados de otra superficie, que es el procedimiento actualmente usado por el artista, y que ponían de manifiesto los cuadros de su última individual en Málaga. En ellos, aunque no se nos hiciera visible, Ranz actúa en dos tiempos. Durante el primero, el artista interviene sobre una lona fijada a la pared, del mismo tamaño que el posterior cuadro definitivo, de tal modo que, haciendo uso de la cinta adhesiva, logra darle una forma como de retícula, de entrelazado ortogonal. En la segunda fase, el resultado así obtenido se arranca y se pega sobre el lienzo definitivo, que adquiere así la apariencia de un hule atravesado de una densa trama de bandas de color entremezcladas.

El segundo momento relevante de su actuación tuvo lugar hace menos de un año con motivo de su intervención en un depósito de agua construido en hormigón en Bercianos del Real Camino, un pueblo de la provincia de León. El depósito, situado junto al Camino Real Francés, una de las dos vías de peregrinación en que se bifurca el Camino de Santiago poco después de Sahagún, se presentaba como una forma rotunda y volumétrica en medio de un paisaje plano y desnudo, resistiéndose a ser intervenido. Pero el depósito, a pesar de su independencia, remitía a Ranz al mundo de la ciudad, al de las vallas publicitarias donde se pegan una y otra vez anuncios de marcas comerciales. De tal modo que establecióse una irreprimible dialéctica entre el depósito y las vallas urbanas, remitiéndose ambos mutuamente entre sí. La actuación consistió, en correspondencia con su trabajo de ese momento, en cubrir de anuncios publicitarios el depósito, los cuales eran posteriormente arrancados y después vueltos a pegar, ofreciendo al final un aspecto de collage-decollage interpenetrados entre sí.

El último episodio está protagonizado por una performance, Bitter, que en realidad cabe interpretar como una síntesis de todo su proceso de trabajo y de la producción entera realizada hasta la fecha. Después de preparar las dos largas paredes de la sala de exposiciones de la Escuela de Arte de León con una trama de líneas de cinta adhesiva, Oskar Ranz y Carlos de la Varga, este último director de la galería Tráfico de Arte de esa misma ciudad, irónicamente vestidos con chaquetillas color granate de camarero, comenzaron a abrir compulsivamente, a un ritmo frenético y vertiginoso, docenas de botellines de la bebida que da nombre a la acción, sustitutiva como puede comprenderse, y también en sentido irónico, de la pintura con la que el artista trabaja habitualmente. Uno tras otro se sucedían de manera simbólica los diversos métodos usados por Ranz: ora expulsaban con violencia a modo de vaporizador la bebida por la boca (Gota), ora derramaban el líquido por las paredes (Naufragio), ora arrancaban tiras del papel pegado a la pared (Despieces). Y todo ello como poseídos de un frenesí, como si, además de resumir metafóricamente el proceso de trabajo del artista, llevasen a cabo un homenaje del dripping y del action painting de Jackson Pollock.

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 22 de abril de 2005