La pintura caleidoscópica de Enrique Queipo

Pintura. Enrique Queipo.

Sala Italcable. C/ Calvo, s/n. Málaga. Hasta el 19 de febrero de 2005

Los cuadros expuestos por Enrique Queipo (Málaga, 1962) en su última individual en la galería Alfredo Viñas hace cuatro años abren el itinerario estético que conduce a esta muestra, sin duda la más amplia de las realizadas por el pintor hasta la fecha. Artista cambiante en su lenguaje plástico, al mismo tiempo inestable y ecléctico, Queipo parece haber encontrado en su particular combinación de elementales estructuras geométricas, trazos gestuales, colores vivos y empleo del collage una sintaxis ciertamente duradera y equilibrada, una gramática que, al margen de eventuales paralelismos de su vocabulario con civilizaciones pretéritas y culturas exóticas o primitivas, procede en realidad de los hallazgos personales del autor, interesado en hacer una obra dinámica y plena de movimiento, colorista e incluso expresiva, pero básicamente sustentada en la simetría y en la reflexión en torno a la forma geométrica.

La deuda contraída por Queipo con algunos movimientos de la vanguardia y de la neovanguardia es evidente. Respecto a la primera, sobre todo con el cubo-futurismo ruso y el rayonismo, y en lo que se refiere a la segunda con el informalismo de raíz europea más que con el expresionismo abstracto. Algo de esa síntesis entre cubismo, futurismo y orfismo de la que hablaban Lariónov y la Goncharova para referirse al rayonismo hay en los caleidoscópicos cuadros de Queipo, aunque él no hace de la claridad de los rayos que crean en el espacio nítidas estructuras el único y casi exclusivo problema, si bien su pintura sí que recuerda, como en aquellos artistas rusos, la geometría centelleante de los cristales de cuarzo. Otra diferencia es que Enrique Queipo no pierde del todo el contacto con lo real, con el mundo de los objetos, como hicieron los representantes del rayonismo al romper el último vínculo del cubismo con la objetividad. Queipo, mediante recortes de revistas ilustradas pegados al soporte de madera de sus cuadros, crea un mundo vagamente erótico y figurativo. Pero eso ocurre en muy pocos ejemplos. Lo normal es el predominio de la estructura geométrica y de la simetría, así como de movimientos circulares de tendencia preferentemente centrífuga, como si las líneas de fuerza y los ejes direccionales quisiesen desbordar los límites compositivos. En cuanto al gesto, es como un submundo que existiese por debajo de los elementos geométricos hechos a base de colores planos.

Se ha hablado respecto a estos acrílicos de mandalas orientales y de dibujos de los indios norteamericanos. Más bien hay una expresión inconsciente que busca el orden porque teme el azar y el caos, porque intuye la catástrofe del estado entrópico. Ese lenguaje procedente de las profundidades de la psique recuerda mucho en algunas piezas las célebres manchas de tinta del test de Rorschach.

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© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 28 de enero de 2005