La pintura y la necesidad de la belleza

Pintura. Guillermo Pérez Villalta. Las metamorfosis y otras mitologías.

Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 9 de octubre de 2011.

 

 

Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) hace en esta magnífica exposición una demostración más de su decidida apuesta por la pintura, una especie de declaración de principios de que la pintura, la alta y verdadera pintura, es una necesidad irrenunciable del ser humano occidental, desde el punto de vista del espíritu, de la inteligencia y de la cultura. La pintura, la gran pintura europea, está indisolublemente unida al progreso de la civilización y a la mejora de la condición humana, porque la contemplación de la belleza, al menos en teoría, nos debe alejar de la violencia y de la intolerancia. Por supuesto que eso no ha sido históricamente así, y ahí están las repúblicas italianas del siglo XV para certificarlo, o la Europa de la Guerra de los Treinta Años, en plena madurez de la mejor pintura Guillermo Pérez Villalta. EL JUICIO DE PARIS. 2003-2004. Temple sobre lienzo. 141 x 200 cm. Colección particular.barroca. Pero el Arte es un medio de conocimiento que, en principio, debe servirnos para adentrarnos en los secretos y en los misterios del mundo, para sustituir el sufrimiento o al menos aliviarlo. Para Platón, El Bien va unido a la Belleza, pero Pérez Villalta, a diferencia de Miguel Ángel, no creo que sea un completo neoplatónico. Sin embargo, en sus enjundiosos escritos del último lustro, sí trae a colación una observación muy aguda de San Agustín, a saber, que la Belleza y el Placer están íntimamente unidos, como el manantial y el agua, aunque, como nos recuerda Panofsky, la belleza sensible es sólo una débil imagen de la Belleza Invisible. En cualquier caso, el Arte está penetrado por las Ideas, que, como también recuerda el obispo de Hipona, son prototipos, inmutables y permanentes, es decir, eternas, y yacen encerradas en el espíritu divino.

De ahí que en la obra y, como digo, en los escritos de Pérez Villalta nos encontremos con una profunda admiración por todo el Arte desde Grecia y la Edad Media cristiana, pero sintiendo una especial debilidad por el Renacimiento. Él es un pintor profundamente culto, que no puede disociar la imagen artística de la reflexión y de la teoría del arte. Pero al mismo tiempo ve el cuadro, que en esta ocasión lo pinta al temple sobre tabla, para afirmarse aún más en su postulación de la pintura, ve el cuadro como una fuente de placer estético, de juego del intelecto. Se aprecia muy bien en sus composiciones, inspiradas en cuanto a su temática en las Metamorfosis del gran poeta latino Ovidio, contemporáneo de Octavio Augusto. Pero en Pérez Villalta hay tal cúmulo de conocimientos culturales y artísticos, que sería imposible desentrañar sus múltiples referencias. Sí se advierte, sin embargo, su rechazo del lenguaje expresionista, su admiración por la geometría y la proporción y el sentido simbólico de sus obras. Si los grandes pintores de finales del Quattrocento, sobre todo Botticelli, convirtieron sus composiciones mitológicas en alegorías de fuerte impregnación moralista cristiana, Pérez Villalta, hace también múltiples guiños a la contemporaneidad, especialmente al surrealismo, como se advierte en esas formas suyas de ahora ondulantes, oníricas, blandas y curvas, con oquedades y espacios cavernosos. Pero ¡cómo disfruta del arabesco, del grutesco, de la ornamentación delicada, dieciochesca, que tiene su origen en las Stanze de Rafael! ¡Qué bien sabe seleccionar los elementos principales de su historia y proporcionar las claves esenciales para que sea comprendida por el espectador culto! Tiene un espléndido oficio, y, al mismo tiempo, transmite una envidiable delectación en lo que hace. Es un amante del Arte y un apasionado defensor de la idea del arte por el arte. La ideología mata al arte. Pérez Villalta es lo suficientemente culto e inteligente para saber que los problemas más profundos que afectan al hombre son el del mal, el de la libertad y el del sufrimiento, y que la respuesta más profunda a ellos se halla en Los hermanos Karamazov, y, posiblemente también, en La peste de Camus, sin olvidar la sinceridad con que San Agustín encaró el problema del mal. Pero aquí, Pérez Villalta quiere dejar a un lado esas terribles realidades y permitirnos que disfrutemos con el Arte y la Belleza, una de las pocas cosas con las que puede redimirse el mundo, este mundo cada vez más complejo, difícil, injusto y reacio a la belleza.

 

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 10 de septiembre de 2011