|
Exploraciones simultáneas Francisco Peinado explora distintos lenguajes pictóricos y se sumerge en la escultura Pintura y escultura. Francisco Peinado. Colegio de Arquitectos de Málaga. Paseo de las Palmeras del Limonar, s/n. Hasta el 26 de mayo de 2000. El pintor visceralmente personal y figurativo que es Francisco Peinado (Málaga, 1941), además de continuar explorando diversos caminos e investigando diferentes lenguajes, se adentra de lleno en esta exposición en un territorio, el del objeto escultórico, que ya había sido insinuado en sus últimas muestras individuales de la segunda mitad de los noventa. La sobriedad cromática y compositiva, los fragmentos cuasi abstractos de algunos cuadros, el collage, la experimentación con distintos materiales y técnicas, conviven ahora con una figuración delirante y distorsionada, de cromatismo intenso y exaltado, inmersa en las obsesiones sexuales y escatológicas del Peinado más radical e individualista. En este sentido, el cuadro Cruce de caminos bien podría constituir una metáfora de la actual encrucijada en la que se encuentra el artista. El fondo de este cuadro, su poderosa textura laboriosamente trabajada, indican que Peinado no es un pintor que se agote exclusivamente en las imágenes que representan sus composiciones, a pesar de la enorme fuerza y presencia que transmiten. Esta pujanza, concretada en forma de atracción repulsiva y de obscenidad patológica, es muy explícita en cuadros como Besos de rincón y La siesta, imposibles de explicar fuera de los códigos narrativos y de las obsesiones mentales de Peinado. En el primero llama la atención el lugar de la escena amatoria, mientras que el segundo, de un soberbio cromatismo que recuerda a algunos de los integrantes de la primera y segunda oleadas expresionistas, está poblado de un exhaustivo catálogo de signos, objetos y símbolos que se ciernen sobre la pareja protagonista como fantasmas inquietantes y amenazadores. Aunque este último recurre mucho más a la experimentación que el primero, incorporando materiales externos incluso de modo excesivamente físico, ambos cuadros ofrecen distorsiones notables de perspectiva y están sumidos en una atmósfera común. Pero Peinado, insisto, no se agota en estos límites, por muy característicos que sean en su producción como pintor. La mejor prueba de ello es el magnífico lienzo Sala del dolor, quizás la obra más lograda de toda la exposición, un cuadro en el que Peinado se decide a mostrar sus claves lingüísticas más esenciales, que, para sorpresa de muchos, tienen mucho que ver con el estudio y el análisis de los lenguajes informalistas. La delicadísima textura de esas gasas pegadas al lienzo, el ascetismo cromático y el grafismo lineal que inunda todo el cuadro, revelan que Peinado se interesa más profundamente por el expresionismo abstracto de lo que una rápida aproximación a su obra permite vislumbrar. Los que
podríamos llamar objetos escultóricos, de otro lado, están a medio camino
entre la pintura, los ready-mades, el objet trouvé y la instalación.
Destacan especialmente los sarcófagos pintados, que en realidad son pinturas
presentadas de una manera extraña, con la idea de la muerte como telón de
fondo, y también una cuna recubierta con un mosquitero al que se han adherido
amenazantes insectos y en cuyo interior late un misterio casi indescifrable. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 20 de mayo de 2000
|