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La concepción numérica del cosmos
Grabado. Pablo Palazuelo. El número y la estampa. Museo del Grabado Español Contemporáneo. Marbella. C/ Hospital Bazán, s/n. Hasta el 8 de diciembre de 2010. Hombre de vastos intereses intelectuales y de sólida formación en diversas disciplinas del saber, el pintor, escultor y grabador Pablo Palazuelo (Madrid, 1915-2007) ha sido uno de los artistas españoles contemporáneos más interesados en la filosofía y en la física. Entre sus ámbitos preferidos de lectura y de estudio se encontraban, además de los últimos descubrimientos y teorías de la física, la filosofía antigua y el pensamiento oriental, especialmente los presocráticos, la gnosis y las religiones orientales. Palazuelo, que en buena medida era también un teórico y participaba de esa concepción humanista del artista que hallamos en el Quattrocento italiano, tenía su propia concepción del mundo, que impregnaba toda su obra. Una posición destacada en ella era la influencia que había recibido del pitagorismo antiguo, para el que el número es la base del concepto de cosmos. Esto tiene una importancia capital que también se deja sentir en toda la producción de Palazuelo, y es que el acento se traslada de la materia a la forma. Si para Pitágoras y los pitagóricos, el número es lo que da forma, lo que hace de lo indeterminado algo determinado, para Palazuelo el secreto último y el verdadero sentido de la obra de arte se encuentra en la forma, en su íntima estructura, con sus sistemas de proporciones y de correspondencias. En uno de sus fragmentos dice Pitágoras: «Grande, perfeccionadora de todo, omnieficiente, fundamento y guía de la vida divina y humana, participadora de todo, es la fuerza del número… sin él todo es indefinido, oscuro e intransparente». Palazuelo, por su parte, que le concedía un gran valor a la literatura artística, es decir, a los escritos de los propios artistas, ve formas geométricas en todo lo que observa, de igual modo que considera la imaginación como un auténtico órgano de conocimiento. Su familiaridad con el pensamiento hermético, antiguo y oriental le hizo comprender que es necesario saber escuchar a la naturaleza, sus sonidos profundos y últimos, que laten dentro de nosotros y nos ponen en contacto con la totalidad del mundo. El eximio historiador Sigfried Giedion hablaba de «presente eterno» para referirse a las antiguas civilizaciones de Egipto y de Mesopotamia y valorar la problemática de la constancia y el cambio en el arte. Palazuelo manifiesta que «el presente es eterno, es la presencia de lo ilimitado que se mueve con el universo». En realidad, ese algo «ilimitado» forma parte de la zona infinita no desvelada del universo. Su creencia inamovible en la abstracción tiene mucho que ver con el deseo de sacar a la luz el interior oculto del cosmos. Los grabados de esta espléndida exposición hacen un completo recorrido por su obra desde 1952 a 1987, es decir, desde el año que le dieron el importante Premio Kandinsky, a los pocos meses de trasladarse a París, hasta el momento de una de sus mejores individuales en la Galería Theo de Madrid. La mayoría son litografías, pero también hay algunas aguatintas y serigrafías. De todos es sabido su profunda amistad con Aimé y Marguerite Maeght, en cuya legendaria galería parisina expuso por primera vez en 1955. Palazuelo, un hombre silencioso y entregado a su trabajo, ha sido uno de nuestros dos o tres artistas más internacionales en el periodo de la neovanguardia. Y su obra ha sido ampliamente reconocida por lo más selecto de la crítica, del coleccionismo y de las instituciones museísticas. © Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 27 de noviembre de 2010
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