Opie y el ruido visual de las ciudades

Vinilo y panel electrónico. Julian Opie. Show Time.

Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 18 de marzo de 2007.

Heredero, a pesar suyo, de una cierta línea del pop, la que va de Roy Lichtenstein a Patrick Caulfield y Michael Craig-Martin, Julian Opie (Londres, 1958) es un artista extraordinariamente versátil que emplea las técnicas más diversas, desde el vinilo y la tintura sobre nailon hasta las pantallas de cristal líquido y los paneles LED, para configurar su mundo de figuras en las que absorbe el ruido visual de las ciudades postindustriales y regurgita las imágenes de la calle que escupen los luminosos de esas mismas metrópolis, ofreciendo, no Julian Opie. "This is Shahnoza 09", 2006. Vinilo sobre bastidor de madera. 249,7 x 125,3 cm.se sabe si con una pizca de ironía, una representación de la banalidad presente, de un mundo occidental laicista, entregado fervorosamente al consumo y en el que la vulgaridad de las acciones cotidianas y la instalación en la más absoluta artificialidad corre paralela con el desecamiento y el alejamiento de la vida del espíritu y del mundo del conocimiento.

Julian Opie es un producto adelantado y coherente de ese mismo espectáculo de la nada que transmiten sus retratos, sus modelos femeninas, sus esculturas de músicos y sus parejas de hombres y mujeres caminando en direcciones opuestas. Con un dominio absoluto de las nuevas tecnologías digitales y electrónicas, el universo estético de Opie, frío, neutro y antisubjetivo, por lo tanto antirromántico, se caracteriza por el uso de códigos visuales fácilmente reconocibles, cuya ausencia de dificultad semántica y casi nulo simbolismo icónico conecta con total eficacia con la banalidad de la actual sintaxis publicitaria.

La otra gran tendencia de la neovanguardia de la que procede su vocabulario es el minimalismo, visible en su capacidad de síntesis, en la ausencia de retórica, en el elementalismo de sus figuras y en su deseo de decir lo que tiene que decir con los mínimos signos posibles. En cambio, los gruesos contornos negros de sus figuras humanas y los colores planos y saturados que las rellenan interiormente, proceden inequívocamente del pop. La relación que se ha querido ver entre su obra y la del dibujante Hergé, no puede negarse en cuanto al empleo de esa «línea clara» inconfundible que ofrecen sus retratos y con la que se juega de modo ambiguo en la portada del catálogo, con ese fondo azul, pero la producción de Opie carece de los ideales que provocan la inmediata simpatía del lector con el personaje de Tintín. El propósito de Opie es otro. Aunque hable de Giotto, de los pintores japoneses del siglo XVIII, de Van Gogh y de otros momentos del arte de la pintura, Opie es un artista radicalmente de su tiempo que no pretende engañar a nadie; antes al contrario, lo que él quiere es comunicarse con un público amplio que hace mucho tiempo incorporó al lenguaje diario y a la experiencia cotidiana temas como la sexualidad, el dinero y el chismorreo.

Como en el caso de Warhol, es posible que detrás de todo esto haya una corriente subterránea de denuncia de la alienación, o, mejor aún, una reflexión lúcida acerca de la imbricación entre la realidad y lo virtual. Pero esa sensación es sólo eso, una posibilidad ante un tiempo histórico que ha dado la espalda al silencio, los imperativos morales y el pensamiento.

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 12 de enero de 2007