Dos maestros de la acuarela

 

Acuarela. Emil Nolde y Herbert Beck.

Galería Fabien Fryns. Marbella. Hotel Marbella Club. Avenida Alfonso de Hohenlohe, s/n. Hasta el 2 de mayo de 1998.

 

Para inaugurar su nuevo espacio en la selecta área comercial del lujoso hotel Marbella Club, la galería Fabien Fryns   —que dispone de muy estimables y no tan prohibitivos fondos como pudiera imaginarse, y que, tan sólo al cabo de tres años, durante los que ha programado exquisitas muestras de obra sobre papel de algunos de los más destacados maestros de la vanguardia desde el impresionismo, parece haber consolidado su presencia en la zona turística más distinguida de la provincia—   ha organizado esta, asimismo, preciosa exposición dedicada a dos maestros alemanes de la acuarela en nuestro siglo: Emil Nolde (Nolde, Schleswig-Holstein, 1867 - Seebüll, Neuekirchen, 1956) y Herbert Beck (Leipzig, 1920), considerado unánimemente como su más entusiasta y relevante continuador en esa difícil técnica.

Acuarela de Emil Nolde (s.f.)Nolde, uno de los nombres fundamentales del expresionismo europeo, no sólo practicó la aguada con vehemente intensidad toda su vida, desde los tiempos de su primera estancia en Suiza, entre 1892-97, llegando incluso a convertirla, durante la tenebrosa época del decenio de los cuarenta en que las autoridades nacionalsocialistas le prohibieron trabajar por «degenerado», en exclusiva y clandestina actividad creadora, pues los pigmentos no desprendían olor como en el caso de los óleos sobre lienzo, sino que alcanzó con ella cotas tan altas y expresivas como en su pintura; más aún, la acuarela, para la que usaba un fino papel de arroz japonés muy absorbente que quedaba impregnado de color en toda su superficie, le permitió siempre, a partir de unas pocas líneas a lápiz que otorgaban estructura a la composición, desenvolverse con mayor libertad y soltura, en esa inimitable y personalísima tensión entre «colaboración de la naturaleza» y «azar controlado» donde los colores, dotados de vida intrínseca y vehículos a su vez de los profundos sentimientos del artista, configuran la forma, una imagen espontánea y desinhibida que, en su puro fluir, en sus cadencias cromáticas, en sus irisaciones y en sus delicadas formas cristalinas establece, principalmente en los cuadros de flores y paisajes, un poderoso lazo de unión, panteísta y sagrado, con la naturaleza de la que procede todo arte.

Herbert Beck, por su lado, que conoció a Nolde en 1952 en Hamburgo, comenzó desde entonces a valorar mejor sus propios trabajos con la aguada, asimilando progresivamente hasta ahora con personal acento, de un hondo lirismo, los consejos recibidos del solitario de Seebüll, transmutados, por efecto tanto del grueso papel que utiliza como de la intensidad de los colores, en expresivas composiciones casi abstractas dominadas por la suave rugosidad de la textura del soporte y la cálida fascinación, intermitentemente luminosa, de las armonías cromáticas.

 

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 29 de abril de 1998