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La persistencia de la memoria El malagueño Sebastián Navas abre su pintura a un mesurado cambio de temas y de estilo. Pintura. Sebastián Navas. Galería Marín Galy. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 13 de octubre de 1998. Perteneciente a la
generación de pintores malagueños que se dieron a conocer a mediados de los
ochenta, los últimos cambios en los cuadros de Sebastián Navas (1959), y sin
que ello suponga exclusión alguna de la dimensión semántica, en la que también
pueden apreciarse sutiles modificaciones, se perciben sobre todo en el nivel
morfosintáctico, presidido ahora por el realce de la luminosidad, la rítmica
dispersión y fragmentación de los objetos, la suavidad de la textura y la
tendencia a la monocromía. Con una trayectoria que ha venido caracterizándose
por una sosegada capacidad de autocrítica, sin duda la más inteligente defensa
contra cualquier tentación manierista, la obra de Sebastián Navas alcanzó un
primer punto de inflexión hacia 1992, cuando, valiéndose de un lenguaje
representativo en el que paradójicamente la El rasgo general más destacado de las composiciones que integran la actual muestra, segundo punto de inflexión en la evolución del artista, es la correspondencia que se establece entre el minimalismo de los objetos y el tratamiento más pictórico de las superficies, convertidas ahora, sobre todo en algunos de los cuadros de mayor tamaño, en refinadas transparencias abandonadas al azar y a la improvisación. Aquella propensión por lo monocromo resulta muy evidente en Vanitas, de inequívoca afinidad con determinada obra de la valenciana Carmen Calvo, donde un reducido conjunto de fragmentos óseos semejan gravitar en un océano uniforme de bellos tonos dorados, así como en Raíces y en Ojos, éste último pintado con un espléndido fondo de color rojo atravesado de vetas. La creciente disolución de los objetos en el espacio del lienzo, de otro lado, cohabita con la sinopsis del discurso narrativo, aunque persiste, a modo de hilo de Ariadna que lo vincula con etapas anteriores, la fascinación evocadora de la memoria, subyugada en esta circunstancia por lejanos recuerdos infantiles, como por ejemplo ocurre en esa tela cardinal de la exposición titulada El año del gato, donde la silueta centralizada del propio artista hállase rodeada de una miríada de diminutos objetos cuya iconografía remite intencionadamente a los sencillos dibujos que ilustraban algunos libros de nuestra infancia. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 3 de octubre de 1998
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