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Paloma Navares en modo de pausa Instalación, escultura y fotografía. Paloma Navares. Museo Municipal. Málaga. Paseo de Reding, 1. Hasta el 6 de enero de 2003. Esta exposición de Paloma
Navares (Burgos, 1947) viene a corroborar, entre otras, dos constantes de las últimas
producciones de la autora. De un lado, sus múltiples y variados intereses temáticos,
pues lo mismo atiende a la vigilia que al sueño, a la razón que a la locura,
al placer que al sufrimiento, a lo natural que a lo artificial, caracterizándose
en realidad casi siempre su propuesta por un planteamiento dual, recíproco,
dialéctico, así como la diversidad de técnicas y materiales que usa, en rigor
cualesquiera que sirvan a sus propósitos, desde la fotografía y el vídeo
hasta el cristal y la resina. De otro, el cuidado y perfección en los acabados,
la pulcritud, la distanciada manipulación de los objetos, como si no fuesen
realizados y dispuestos físicamente por un ser de carne y hueso, sino por una máquina,
o, en todo caso, por un artilugio mecánico ajeno a la artista real. De hecho, el rasgo que
unifica de modo más determinante las piezas, objetos e instalaciones de la
muestra es la desagradable asepsia que lo invade todo, la atmósfera de
neutralidad que penetra la materia, la sensación de entrar en un ambiente
convenientemente desinfectado e higienizado que tiene el visitante. A ello
coadyuvan no sólo los objetos quirúrgicos, los tarros de cristal, las estanterías
y armarios metálicos, las cajas de luz, las limpísimas vendas y sábanas, la
blanca espuma del baño y el sutil maquillaje del rostro, sino, muy
especialmente, la blanquecina luz que inunda todos los espacios, una luz
artificial, de quirófano... deshumanizada. La fotografía que da nombre a la exposición, Stand by, podría servir de epítome de todo el conjunto: el rostro de la autora alternativamente con los ojos cerrados y abiertos, mejor dicho, semiabiertos. Ese estado intermedio entre el sueño y la vigilia, de duermevela, parece querer transmitirnos un mensaje, sin duda relacionado con una experiencia personal, pero que posee, o así desea plantearlo Navares, un alcance general: atravesamos situaciones y determinadas circunstancias, bien sea por un hecho fisiológico o un suceso que afecta a nuestra mente, que son como un compás de espera, un a modo de pausa de nuestro estado anímico, un paréntesis reflexivo en el que no tenemos más remedio que hacer balance de nuestra vida, mirar retrospectivamente y otear el horizonte. De ahí quizás la sensación de ambivalencia, de indeterminación, más exactamente, de perturbadora búsqueda del propio yo. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 16 de diciembre de 2002
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