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La extrema libertad de Joan Miró Dibujo y grabado. Joan Miró. Su lucha contra la dictadura. Obras de la Colección Serra. Sala de Exposiciones de la Fundación Picasso. Málaga. Plaza de la Merced, 13. Hasta el 9 de octubre de 2011. Los trabajos reunidos ahora en Málaga por primera vez de Joan Miró (Barcelona, 1893 – Palma de Mallorca, 1983), pertenecientes a la Colección Serra de la capital balear, están compuestos por los dibujos preparatorios, hechos sobre todo con bolígrafo, gouache y lápices de colores, para la representación teatral de Mori el Merma, cuyo estreno se produjo en 1978 en Palma y en Barcelona, y las tres grandes series litográficas del ciclo de Ubú: Ubú rey (1966), Ubú en las Baleares (1971) y La infancia de Ubú (1975), más de cien litografías donde abundan las caricaturas del dictador militar Francisco Franco.
De todos los miembros del grupo surrealista
articulado en torno a André Breton a partir de 1924, Miró era posiblemente el
más surrealista, y, sin duda, uno de los más transgresores y subversivos, a
pesar de su apariencia de hombre apocado, débil e indefenso. Miró procedía de
una familia de artesanos y tenía convicciones muy profundas sobre el arte. Él,
como tantos otros grandes
El personaje de Ubú fue una creación de Alfred Jarry de principios de 1890, y aunque sus manifestaciones son múltiples y diversas, pues el personaje va transformándose paulatinamente, nunca dejó de ser una creación teatral con un sentido profundamente antiautoritario, anarquizante, pues Ubú representa precisamente la crueldad y el despotismo del Poder. Alfred Jarry está adelantándose a Antonin Artaud y al propio Samuel Beckett, pues también hay evidentes rasgos absurdos, grotescos y caricaturescos en su creación. Cuando Miró aborda la realización de estas litografías, fascinado por el personaje de Ubú como lo estuvo también Max Ernst, tiene en cuenta, por supuesto, Sueño y mentira de Franco, es decir el carácter caricaturesco, grotesco y deformado del dictador. Pero Miró fue siempre más «irracional» que Picasso, hay en su obra una carga corrosiva muy violenta, que, curiosamente, pasa a veces desapercibida. No obstante, controla intelectualmente todo lo que hace, pues tiene un profundo sentido estético. Lo que ocurre es que renuncia a cualquier forma de clasicismo, con él no va el sentido del orden. En este aspecto no tiene nada de griego apolíneo, pues su inmersión está más en los indescifrables comportamientos del primitivismo. Asombra siempre su gama cromática, de colores planos y puros, creando un espacio onírico, irreal, en el que se desenvuelven unas figuras amorfas y elementales, pero siempre llenas de una intensa simbología. © Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 17 de septiembre de 2011
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