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Interrogantes del sujeto «sentiente» Fotografía y vídeo. Cristina Martín Lara. Landpartie. Galería Isabel Hurley. Málaga. Paseo de Reding, 39. Hasta el 14 de noviembre de 2009.
Una vez más el
campo de actuación de Cristina Martín Lara (Málaga, 1972) es el sujeto humano
individual, mejor dicho, el interior del hombre, que, en esta ocasión, es
investigado por la videoartista en su interrelación con el entorno. Para ello ha
encontrado dos formidables apoyaturas, una de carácter eminentemente
experimental y práctico y la otra de contextura teorética. El cimiento empírico
se lo proporciona el mecanismo del reflejo condicionado descubierto por el
psicofisiólogo ruso Iván Pavlov, descubrimiento que
Con estos enjundiosos mimbres va realizando Cristina Martín Lara su ardua indagación, en la que la memoria, según ella misma ha reconocido, actúa como un filtro, y donde «la imagen es la comprensión a través de la experiencia del individuo», esto es, que la imagen es en cierto modo también la imaginación. El entorno, natural y social, provoca en nosotros una cascada de emociones y de sentimientos que debemos organizar, darles un sentido. Por eso hay aquí fotografías en las que percibimos esa comunicación entre el sujeto y el medio que le rodea, como en la fotografía hecha en China de una especie de funicular cubierto en la que el sujeto visto de espaldas y lanzado a toda velocidad hacia delante parece ir en pos de su propio e incierto destino. O esa otra fotografía, también en China, junto a la Gran Muralla, donde Cristina obliga al espectador a adoptar el mismo punto de vista elegido por ella al hacer la foto, con un turista colocado casualmente sobre un pequeño promontorio. Pero donde la autora consigue la máxima síntesis entre belleza formal y significado, un significado por cierto completamente abierto, es en la imagen de ese dique que a modo de paseo divide simétricamente un lago, y que cuando se contempla en vídeo, el propio movimiento leve de las aguas es una metáfora de nuestra inestabilidad como individuos, metáfora que se ve extraordinariamente reforzada por el camino que se pierde en el infinito, un adentrarse en esa región de lo desconocido, en ese interrogante supremo que es siempre la toma de decisiones por parte del sujeto, el ejercicio de la propia responsabilidad, y, en definitiva, la realización de la verdadera libertad.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 16 de octubre de 2009
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