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La prohibición de las imágenes Muestra dedicada a uno de los aspectos crecientemente valorados de la producción de Magritte. Fotografía. René Magritte. Sala de arte de la Universidad de Málaga. Plaza de la Merced, 21. Hasta 12 de julio de 1998. Si
ya de por sí es de agradecer que la Universidad de Málaga, en colaboración
con la Comunidad francesa de Bélgica, se haya acordado del centenario del
nacimiento del gran pintor surrealista belga René Magritte (1898-1967) dedicándole
una exposición, esta cobra especial significado por haber sido íntegramente
consagrada a una de las facetas menos conocidas del artista, la fotografía,
actividad mucho más trascendental de lo que pudiera parecer a primera vista,
según corrobora el que Magritte se sirviese en numerosas ocasiones de ella para
realizar estudios preparatorios de sus cuadros, y de la que se ofrece una
selección compuesta por la nada desdeñable cifra de sesenta Perteneciente a la segunda generación de pintores surrealistas, la que entra en escena ya en los años treinta, Magritte (cuya obra apenas sufrió modificación estilística alguna hasta su muerte, salvo la escasamente valorada por los críticos incursión en la técnica impresionista durante la primera mitad de los cuarenta, insignificante anécdota en comparación con la enorme influencia que el grueso de su producción, debido a su eficaz técnica fría, ha ejercido en el campo de la publicidad y de la manipulación icónica) se distinguió entre los miembros de la vanguardia histórica por emancipar las imágenes de cualquier supuesto modelo original y romper así con el sistema de representación artística occidental, enfrentando el realismo consigo mismo, según puso de manifiesto en una de sus más célebres composiciones, Esto no es una pipa, de la que existen dos versiones diferentes. Las fotografías, en las que, junto a él mismo, su mujer, Georgette, y su hermano Paul aparece indistintamente la fiel troupe de sus amigos —Camille Goemans, Paul Nougé, Irène Hamoir, Maurice Singer, Paul Colinet, Louis Scutenaire, Marcel Mariën, Marcel Lecomte—, subvierten con asombrosa naturalidad el orden de la realidad visible y de las convenciones burguesas, de igual modo que detrás de su apariencia de funcionario petit-bourgeois escondía Magritte una formidable carga inquietante y desestabilizadora. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 4 de julio de 1998
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