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La seriedad del juego del arte Pintura, escultura y dibujo. Chema Lumbreras. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 30 de junio de 2008.
En su egregio libro Homo ludens, el historiador neerlandés Johan Huizinga afirma que «el hombre juega como un niño, por gusto y recreo, por debajo del nivel de la vida seria. Pero también puede jugar por encima de este nivel: juegos de belleza y juegos sacros». Precisamente es aquí donde el juego puede incluir lo serio, que es lo propio del ser adulto. La obra reciente de Chema Lumbreras (Málaga, 1957) continúa su discurso anterior, pero enfatiza la dimensión lúdica del arte. Ese aspecto, sin embargo, le sirve para abordar graves cuestiones que atañen a la tarea del artista, al mismo tiempo que le permite enmascarar con un velo de ironía asuntos relativos al presente, a la más estricta contemporaneidad. En Chema Lumbreras, no obstante, siempre hay un recurso al pasado infantil, a los recuerdos o vivencias de niño, pero no con una intención psicoanalítica, a fin de explorar las profundidades del subconsciente, sino más bien como excusa, como pretexto, incluso como «método» para hablar de lo que le interesa hablar. Por eso ha sido siempre para él tan importante el libro de Alicia, porque en él Lewis Carroll se dirige a los adultos a través de un relato aparentemente dirigido a los niños. El lenguaje del cómic, el lenguaje del cine, la estructura de los cuentos de hadas, son los apoyos morfosintácticos de la pintura de Chema Lumbreras. Para ilustrar el esfuerzo de la tarea del artista, su dificultosa ascensión por la senda de la creación, se sirve del cuento de los tres cerditos y el lobo, alterándolo, convirtiendo a este último en objeto de burla de aquellos, que juguetean y se mofan de su denodada e ímproba subida. Las referencias a Louise Bourgeois están claras en Crisálida, mientras que en el díptico Bui doj, refleja con ironía el bombardeo de Bagdad durante la Guerra del Golfo. Con todo, la obra que puede considerarse un epítome de su actual reflexión es Ciento volando (Hokusai), en la que se vale de la ola que suele aparecer en los grabados del artista japonés Katsushika Hokusai en sus representaciones del monte Fuji, hacia 1826-33, para llevar a cabo una metáfora del difícil e inestable equilibrio del artista, azuzado por los vaivenes de la inspiración poética y empequeñecido por la inmensidad del desafío que tiene delante. © Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 20 de junio de 2008
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