Fernando Marías. «El pensamiento artístico del Greco». En el catálogo de la exposición El Greco. Identidad y transformación. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, 1999.

 

 

 

·          Rechazo radical de la validez artística de las matemáticas, esto es, los criterios de proporcionalidad arquitectónica, principio básico de toda la arquitectura renacentista.

·          Oposición a todo tipo de fórmulas correctoras, sostenidas por Vitrubio.

·          «con el moverse de la vista se consigue variedad y ornamento». La única norma que debe seguirse es aquella que permita la generación de belleza.

·          «Vitrubio… descubrió lo que es propio de los arquitectos ignorantes, que es creer que podían enseñar también en la pintura, cuando, siendo la arquitectura simple invención del hombre y por fuerza ser particular, no tiene esta capacidad para lo que es general, como la pintura, que no sólo nace [de la naturaleza] sino que llega a corregirla»… «la pintura es la única que puede juzgar todas las cosas, forma, color, como la que tiene por objeto la imitación de todas; en resumen, la pintura tiene un puesto de prudencia y modeladora de todo lo que se ve … pero la pintura, por ser tan universal, se hace especulativa».

·          La pintura es la única vía artística posible de conocimiento de toda la realidad natural. Sobre la sensación son necesarios la experiencia y el juicio intelectivo, que permitirán así pues el conocimiento de lo universal.

·          La pintura imita la realidad, aunque no la retrata.

·          «sólo a ella [la pintura] se le concede el verdadero juicio del cuerpo humano, de donde se toma ejemplo para todas las otras [figuras visibles]»

·          Podría decirse que para el cretense quien posee juicio puede deducir la belleza de la propia naturaleza, aunque tal deducción, aun siendo juiciosa, siempre tendrá que ser personal. Se interesaba por el concepto del giudizio dell’occhio. Debía de creer en la existencia innata de un «juicio productivo», sinónimo de ingenio. Personalidad ecléctica.

·          El color y la luz son elementos básicos de su pintura. La pintura, con forma, color y luz, tiene que ser naturalista. Al englobar estos tres elementos, la pintura se convierte en representación total, perfecta, que procura por un lado un agrado visual y, por otro, puede tratar de «lo imposible». Este tratamiento de lo imposible puede interpretarse de dos maneras distintas: podría limitarse al hecho de que la pintura consigue el imposible de la ilusión paradójica, llegando a «engañar a los sabios», pero también podría ser que lo imposible sea lo invisible, lo que carece de forma visible por no ser mera y simplemente natural, sino supernatural, celestial, divino.

·          La naturaleza es algo cambiante, móvil, vivo. La captación de la vida, en su variedad, complejidad y originalidad, debió ser preocupación constante del arte del Greco. Para El Greco, la pintura debe ser imagen de la vida, del vivir, de una naturaleza dinámica porque está viva. El Greco propugna la visión móvil de lo naturalmente vivo.

·          El Greco no desprecia ni anula la realidad; por el contrario, la extrema e hipernaturaliza, como símbolo «natural» de la perfección de lo sobrenatural.

·          Más que una transformación estilística se había producido en el arte del cretense una evolución lógica de su pensamiento y su ciencia pictórica. El Greco quiso ser un pintor naturalista y filósofo; dotado de un fiero orgullo y un poderoso sensualismo, reflexionaba sobre el arte, pensaba y repensaba sus cuadros, con trabajo afectaba facilidad y sofisticación, investigaba sobre la realidad plural. Al Greco le bastaba exponer sus lienzos para que, visualmente, se nos manifestaran como formas en sí mismas significantes.

·          Nuestra actitud frente al Greco tiene que dejar de ser mítica para convertirse, pura y simplemente, en teorética.