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Epifanía de la máquina y la velocidad Pintura, dibujo, libros y objetos. Futurismo y cuenta nueva. Salas del Archivo Municipal de Málaga. Alameda Principal, 23. Hasta el 10 de julio de 2009.
Constituye sin duda un acierto que el Ayuntamiento de Málaga homenajee en esta reducida pero encantadora exposición un movimiento artístico como el Futurismo, la personalísima contribución de Italia a los lenguajes de la vanguardia histórica. Surgido en 1909, cuando el poeta Filippo Tommaso Marinetti publicó, el 20 de febrero de ese año, en el periódico parisino Le Figaro, el primero de los manifiestos de este controvertido y polémico movimiento literario y artístico, el Futurismo, en el campo de las artes plásticas, supuso una reacción frente al academicismo y frente al verismo social que practicaban algunos pintores y escultores, aunque el contenido social de estos artistas sí influyó en la producción de los futuristas, como fue sobre todo el caso de Umberto Boccioni respecto de la obra del belga Constantin Meunier, por ejemplo en la emblemática obra de este último El grisú, una Piedad contemporánea de bronce con el minero muerto y su madre contemplando el cadáver, cuyo realismo rechaza el artista italiano, pero que sin embargo acoge con entusiasmo su compromiso cívico. Esto es importante resaltarlo, porque fue precisamente Boccioni el que más pronto se distanciaría, gracias en gran parte al insobornable liberalismo de Benedetto Croce y a la lectura de Henri Bergson y a su noción de «intuición», del exaltado patrioterismo y del exacerbado nacionalismo del Futurismo inmediatamente anterior a 1914, que desembocaría en el canto a la guerra y al militarismo. En el fondo, esas derivaciones proceden en gran medida del magma ideológico del Futurismo, una mezcolanza difícil de discernir entre aportaciones socialistas, anarquistas, positivistas e idealistas, sin olvidar el tributo indirecto del pensamiento de Georges Sorel, con sus reflexiones en torno a la violencia y la concepción irracionalista del mito, tomando como modelo de acción el terrorismo practicado por los bolcheviques. La protohistoria del Futurismo quizá se encuentre ya en revistas como Il Leonardo y La Crítica, fundadas ambas en 1903, la primera por Benedetto Croce en Nápoles, y la segunda por Giovanni Papini en Florencia. Después surgirían La Voce (1908), y, sobre todo, Lacerba (1913), la publicación más destacada vinculada al Futurismo. La adoración desenfrenada de la máquina como fetiche moderno, perfectamente recogida en las conocidas palabras de Marinetti: «Un automóvil de carreras lanzado a toda velocidad es más bello que la Victoria de Samotracia», es lo que impide que el Futurismo tome en consideración la suerte del hombre en el engranaje del tecnicismo moderno, obviando la importante categoría de la «alienación» analizada por el joven Marx en los Manuscritos de 1844, un Marx en el que por fortuna aún no ha prendido la concepción totalitaria. En cuanto al arte, el Futurismo, con su tendencia a la provocación y al escándalo, se anticipa al Dadaísmo, aunque no es un movimiento antiartístico y antivisual como lo fue en no poca medida el Dadaísmo, especialmente el duchampiano, tan conceptualista. También se advierte la influencia indiscutible del Cubismo en el Futurismo, sobre todo el de la secta francesa. Esta muestra exhibe obras de Albert Gleizes y de André Lhote que sólo por el tema, escenas de un partido de fútbol, pueden considerarse futuristas, pues la forma es claramente de ascendencia cubista. La sección más completa de la exposición corresponde a los libros, primeras ediciones maravillosas, como la de algunos textos de Marinetti y de Papini, sobre todo los ensayos de este último, un magnífico escritor injustamente olvidado que terminó abrazando la causa del catolicismo.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 10 de julio de 2009
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