Salvador de Madariaga. Vida del Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón. Buenos Aires, Sudamericana, 1956 (6ª edición). La 1ª edición es de 1940.

 

Síntesis elaborada por ©Enrique Castaños, Doctor en Historia del Arte.

 

*Principal hipótesis de Madariaga [1886 – 1978]: Cristóbal Colón procedía de una familia de judíos catalanes, esto es, de sefardíes, que establecióse en Génova a raíz de la persecución desatada a partir de 1391. En su familia hablóse siempre el castellano. Era genovés de nacimiento. Se expresaba por escrito en latín y en español. Mudanzas de nombre. Escaso o nulo patriotismo genovés.

 

*En las notas para la 4ª edición, Madariaga polemiza con algunos investigadores contrarios a su hipótesis, así como trae a colación otros que la corroboran. Entre los contrarios, Samuel Eliot Morison [1887 – 1976] (Almiral of the Ocean Sea. A Life of Christopher Columbus. Boston, 1942) y Armando Álvarez Pedroso [nacido en 1907] (cuya biografía de Colón publicóse en La Habana en 1944), a quienes Madariaga no concede consistencia en sus respectivas refutaciones. En el caso de Pedroso, tergiversa, según Madariaga, su hipótesis, pues el objeto de su libro no es probar que Colón era judío, sino hacer una biografía del Almirante. Lo que él pretende es resolver la incoherencia que proporcionan los datos relativos a la vida de Colón.

 

Aunque en apariencia contrario a la tesis de Madariaga, lo cierto es que el estudio de Ramón Menéndez Pidal (La lengua de Cristóbal Colón, Buenos Aires, 1942) viene a confirmar para Madariaga su propia tesis. Éste se reafirma en que Colón sabía hablar y escribir en español antes de llegar a Portugal. En cualquier caso, tanto su explicación como la de Menéndez Pidal considéralas Madariaga como hipotéticas: «Ni el Sr. Menéndez Pidal puede probar que Colón “escogió” el español. Echándose a aprender dos lenguas, una hablada [el portugués] y otra escrita [el español]; ni yo que cuando Colón llegó a Portugal sabía ya el español».

 

La tesis de Madariaga es confirmada, incluso reforzada, por el Dr. Cecil Roth [1899 – 1970], distinguido hebraísta de Oxford, quien en su artículo «Who Was Columbus» (The Menorah Journal, tomo XXVIII, octubre-diciembre de 1940) apunta que «entre los judíos italianos la transición de ‘Colón’ a ‘Colombo’, y viceversa, […] no era sólo posible sino constante. […] Pero lo que sí se puede sentar taxativamente es que, mientras otras personas llamadas ‘Colombo’ contraerían normalmente su nombre en ‘Colom’ para darle aire español, sólo un judío o una persona familiarizada con la tradición judía lo consideraría natural y automáticamente equivalente a ‘Colón’ y lo traduciría en esta forma». También es muy interesante la nota de Colón al ejemplar que poseía de la Historia rerum ubique gestarum (esto es, la conocida como Cosmographia de 1458) de Pío II Piccolomini, nota que, siguiendo la cronología de los eruditos y de la tradición judía, sitúa la destrucción del segundo templo de Jerusalén en 68 d. C. y no en el año 70, que es lo correcto. Hay otro hecho interesante, al que en principio Madariaga no había concedido relevancia, pero que manifiesta una extraña coincidencia: el hecho de que Colón esperase hasta el día 3 de agosto de 1492 para partir en su primer viaje, cuando todo estaba preparado para el día 2 (pero este día era, en el calendario judío, el 9 del mes de Ab, día de ayuno que conmemora la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor y también por Tito, y en el que, según los Rabinos, quien trabajase no recibiría ninguna bendición, además de ser un día de mala suerte).

 

Otro estudio con el que coincide Madariaga es el de Vilhjalmur Stefansson [1879 – 1962] (Última Thule, Londres, 1942). La principal hipótesis de esta investigación es que Colón estuvo en Islandia, en otra isla, o bien de las Shetland o de las Faroe, y en una tercera, que es la de Jan Mayen (a 71º de latitud norte, tiene una superficie de 372 km² y se halla en el Océano Ártico, llamada «Ille Tile» por Colón). Por su parte, Eloise McCaskill Popini cotejó las afirmaciones de Colón con el mapa de Juan de la Cosa (ca. 1500), el mejor mapa de la época, y llegó a la conclusión de que los conocimientos de Juan de la Cosa sobre aquella remota región derivan de su estrecha relación con el Almirante, conclusión que suscribe Madariaga.

*Fray Bartolomé de las Casas, en su Historia de las Indias, afirma de Cristóbal Colón que era genovés: «este varón escogido de nación genovés, de algún lugar de la provincia de Génova». El mismo Las Casas menciona a un historiador portugués, João (Juan) de Barros [1496 – 1570], autor de una historia de las conquistas portuguesas en ultramar, quien afirma también que «este Cristóbal era genovés de nación». También dice Las Casas: «Llamóse, pues, por nombre, Cristóbal, conviene a saber, Christum ferens, que quiere decir traedor o llevador de Cristo […] Tuvo por sobrenombre Colón, que quiere decir poblador de nuevo».

La procedencia genovesa de Colón también la corrobora Andrés Bernáldez [ca. 1450 – 1513], cronista del reinado de los Reyes Católicos.

 

*Según los archivos notariales de la ciudad de Génova, el abuelo de Cristóbal Colón fue Giovanni Colombo († 1444). Éste tuvo tres hijos: Antonio, Battistina y Doménico Colombo, padre éste último de cuatro hijos varones y de una hembra, el mayor de los cuales fue el descubridor. Doménico Colombo, en 1429 tenía unos once años, y en 1447 unos 29 años de edad. Basándose en estos documentos, Madariaga sitúa la fecha de nacimiento de Colón entre 1449 y 1451, más exactamente entre el 26 de agosto y el 31 de octubre de 1451. Dos van a ser los hermanos de Colón relevantes en la historia del Descubrimiento: Bartolomé (el futuro Adelantado), nacido en 1461, y Giacomo (Diego), nacido en 1468.

Otros textos de escritores genoveses, confirman lo anterior. Entre ellos, Antonio Gallo, canciller del Banco de San Jorge y cronista oficial de Génova desde 1477, quien confirma el oficio de «tejedor» del padre de Colón y «los hijos a veces cardadores»; Bartolomé Senarega, diplomático genovés, contemporáneo de Gallo y autor de un relato titulado  De Rebus genuensis conmentaria…, en el que se refiere a «Cristóforo Colombo genovés»; por último, Agostino Giustiniani [1470 – 1536], obispo y erudito que publicó en 1516 el llamado Salterio Poliglota, donde dice que Colón era genovés.

 

Otro hermano de Cristoforo Colombo es Pellegrino. 

 

*El humanista italiano Pedro Mártir de Anglería [1457 – 1526] siempre llama a Colón Colonus Ligur, es decir, Colón Ligurio. Angelo Trivigiano tradujo las cartas de Pedro Mártir en lengua veneciana, dándolas a la estampa en 1504, y comienza así el libro: «Cristoforo Colôbo, Zenouese». Por su parte, Gonzalo Fernández de Oviedo [1478 – 1557], en su Historia General y Natural de las Indias, asegura que Cristóbal Colón «fue natural de la provincia de Liguria». El hijo natural de Colón, Fernando, deja caer intencionadamente un velo de misterio sobre el lugar de nacimiento de su padre.

Madariaga, ateniéndose a los documentos genoveses, concluye que si Colón oculta su procedencia era por la humildad de su familia, un obstáculo para sus ambiciones españolas. Está convencido de que Colón era oriundo de Génova. También considera perfectamente compatibles, en cuanto a las fechas, a Christóforo Colombo y Cristóbal Colón. La misma compatibilidad ve entre Diego Colón y Giacomo Colombo.

La opinión de Madariaga, en consonancia con Antonio Gallo y otros autores, es que Bartolomé Colón establecióse en Lisboa en 1475, mientras que su hermano Cristóbal lo hizo al año siguiente, en 1476.

Cristóbal Colón entraría en el mar hacia 1461, con diez años. Ya con 21 años era capitán de barco, obteniendo beneficios como para ayudar financieramente a su padre (desde los 19 años, hacia 1470).

 

*El Mediterráneo fue la verdadera Universidad del joven Cristóbal Colón. En la batalla celebrada cerca del cabo de San Vicente, el 13 de agosto de 1476, Colón luchó como corsario junto a las naves de Renato de Anjou, esto es, a favor de los intereses franceses y en contra de los de Génova, su ciudad natal. Este hecho confirma el escaso patriotismo genovés de Colón.

 

*Cristóbal Colón hablaba y escribía castellano antes de venir a Castilla; es más, antes de venir a Castilla era el castellano el lenguaje en que expresaba sus pensamientos más íntimos y personales y para su uso más íntimo y personal.

 

*Cuando Fernando Colón, el hijo del descubridor, escribe que «el Almirante conforme a la patria donde fue a vivir y a empezar su nuevo estado, limó el vocablo [Colombo] para conformarlo con el antiguo y distinguir los que procedieron de él de los demás que eran parientes colaterales, y así se llamó Colón», comenta Madariaga lo siguiente: Colón, dice su propio hijo, vino a su patria cuando vino a España, y volvió a adoptar el nombre de Colón para conformarle con el antiguo de su familia.

 

*Alexander von Humboldt (1769 – 1859) ha subrayado la importancia de los trabajos de los marinos catalanes y mallorquines para la exploración portuguesa del África occidental. Desde el siglo XIII, la isla de Mallorca era el foco de los conocimientos científicos en el arte difícil del navegante. Sabemos por el Fénix de las Maravillas del Orbe (Félix o Libro de las Maravillas), de Raimundo Lulio [escrito en París entre 1287-1289], que los mallorquines y los catalanes utilizaban cartas de marear mucho antes de 1286.

 

*El maestre Jaime, por otro nombre Jehuda Cresques, miembro eminente de una familia judaica catalana a quien la persecución de 1391 transfiguró de Jehuda Cresques en Jaime Ribes, instalóse en Barcelona hacia 1438, con unos sesenta años de edad, fecha en la que Don Enrique el Navegante, Infante de Portugal, lo invitó a venir a este país para que presidiera la famosa Academia de Sagres (en el peñón de Sagres), cerca del cabo de San Vicente, nuevo centro de ciencia cosmográfica que continuaba de este modo la tradición mallorquina. El explorador portugués Diogo Gomes († ca. 1502), en su As Relaçoes do descobrimento da Guiné e das ilhas Açores, Madeira e Cabo Verde, afirma que los dos principales propósitos de Enrique el Navegante al fundar la Academia de Sagres, eran abrir la ruta de la India, dando la vuelta al continente africano, y en segundo lugar la exploración del occidente en busca de las islas y tierra firme de que habla Ptolomeo.

 

Cuando llegaron a Portugal ambos hermanos, Cristóbal y Bartolomé Colón, encontraron en Lisboa la tradición judeo-mallorquina de ese primer director de la Academia de Sagres, el maestre Jaime o Jacome. Como se ha dicho antes, parece que Bartolomé llegó en 1475, mientras que Cristóbal lo hizo nadando desde el lugar donde tuvo lugar la batalla naval del 13 de agosto de 1476, cerca del cabo de San Vicente. Tenía entonces el descubridor apenas veinticinco años de edad.

 

*En 1419 los portugueses descubren Madeira. En 1434 Gil Eanes dobla el cabo Bojador y Alfonso Gonçalvez Baldaia († 1481) llega hasta el trópico de Cáncer, linde la zona tórrida. En 1445 Dinis Dias pasa frente a Senegal y llega hasta Cabo Verde.

 

*Al tiempo que Cristóbal Colón llega a Lisboa, figuran a la cabeza de los estudios cosmográficos en Portugal dos ilustres judíos: Mestre Joseph Vizinho, médico del Rey, y el célebre astrónomo español Abraham Zacuto (Salamanca, ca. 1450 – Damasco, ca. 1522). Cuando Colón llega a Portugal, las concesiones de conquistas y de exploración por parte de la Corona, vienen a ser cosa casi diaria.

 

*El Cardenal francés Guillaume Filliastre o Philastre (1348 – 1428) preparó en 1427 un atlas de veintiséis mapas, atlas en donde un colaborador suyo oriundo del País de Gales, Claudio Cymbrico, insertó un mapa de Groenlandia con una nota en que se decía: «Más allá de este golfo está Groenlandia, que se halla hacia la isla de Thule [Islandia] situada al este suyo».

 

*El 25 de junio de 1474, el matemático y físico italiano Paolo dal Pozzo Toscanelli (1397 – 1482) envióle una carta de contestación al canónigo y médico  portugués Fernâo Martins de Roriz (Fernâo de Roritz o Fernáo Martíns de Roriz) en la que adjuntaba «un mapa hecho por mis propias manos, en el que están dibujados vuestros litorales e islas desde las cuales podréis empezar vuestro viaje hacia el oeste…». Entre las ideas de Toscanelli, nos interesan cuatro en relación con Colón: a) la distancia por mar entre Portugal y las Indias orientales era de 130º (del total de 360º de la circunferencia terrestre), navegando hacia Poniente. Los cosmógrafos portugueses sabían que este cálculo era inexacto, aunque sin poder precisar cuál era el margen de error; b) la longitud del grado terrestre es para Toscanelli de 62,5 millas, con lo cual la distancia total de costa a costa por el Atlántico es de 62,5 x 130 = 8125 millas, cálculo que también consideraban erróneo los portugueses, pues la longitud del grado la estimaban en 70 millas; c) de Cabo Verde a la costa de Asia la distancia viene a ser un tercio de la esfera, o sea, 116º; d) en el camino hacia Asia están Antilia [las Antillas] y Cipango [Japón], separadas por 50º.

Esta última opinión era la única que podía interesar y hacer meditar a los portugueses.

 

*Es altamente probable que sea verdad lo que afirma Fray Bartolomé de las Casas refiriéndose a unas anotaciones del propio Colón a la Medea de Séneca, esto es, que en febrero de 1477 Cristóbal Colón se encontrase en Islandia, la Thule de entonces, e incluso cien leguas más allá de «la última de las tierras». Además, una nota marginal a su ejemplar de la Historia del Papa Pío II, demuestra que Colón no sólo estuvo en los mares del Noroeste en 1477, sino que ya en aquel año germinaba en su ánimo el designio de ir a Catayo [China] por la vía de Poniente.

Desde mediados de 1477 Colón está ya de vuelta en Lisboa de su viaje a Islandia.

 

*En 1478 o 1479 casóse Colón (llamado Christovâo Colombo en Portugal) con Filipa Moniz Perestrello, de la que había sabido en el convento lisboeta conocido por el de los Santos, a donde solía ir a misa. En este convento residían damas de la nobleza, y no puede considerarse como algo meramente casual que Colón lo eligiese para sus devociones cristianas. Filipa era noble por parte de madre y de padre. Del lado materno procedía de la famosa y poderosa casa de Moniz. Del paterno, de la familia italiana de los Palestrellos o Pallastrellis, oriundos de Piacenza, siendo el abuelo de Filipa el primero en establecerse en Portugal en tiempos del reinado de Don Juan I (rey entre 1385 y 1433). Ese magnate tuvo cuatro hijos: Richarte, Isabel, Branca y Bartholomeu, éste último padre de Filipa y suegro de Colón. A través de la influencia de Don Pedro de Noronha, Arzobispo de Lisboa, quien mantuvo relaciones íntimas con Isabel y con Branca, hermanas del suegro de Colón, la familia Perestrello se vio beneficiada con la Capitanía de la isla de Puerto Santo (a 43 km al NE de la isla de Madeira), concedida a Bartholomeu a título hereditario. Este Bartholomeu I murió en 1457 o a principios de 1458, y su viuda, suegra de Colón, le cedió la Capitanía de la isla a un hermano del difunto, pero en 1473 pasó a Bartholomeu II, hijo de Bartholomeu I, que ejercía la Capitanía cuando Colón casóse con su hermana Filipa. Madariaga sospecha que el impulso hacia el Océano y la ruta de las Indias actuaba ya en el ánimo del descubridor antes de su alianza con esta familia portuguesa, y que es más que probable que la buscase por la relación de tal familia con la mencionada isla de Porto Santo, base admirable de exploración para el Mar Desconocido.

De resultas del mencionado matrimonio de Colón, nació su hijo Diego, en 1479 o 1480, que había de ser segundo Almirante hereditario del Mar Océano.

 

*Entre los libros leídos y estudiados por Colón, en los que dejó numerosas notas marginales, cabe destacar los siguientes:

-Historia rerum ubique gestarum, de Enea Silvio Piccolomini (Papa Pío II desde 1458 hasta su muerte en 1464), Venecia, 1477.

-Ymago Mundi, del Cardenal Petrus de Alliaco o Pierre d’Ailly [1351 – 1420], impreso según se cree en Lovaina entre 1480 y 1483.

-De consuetudinibus et conditionibus orientalium regionum, por Marco Polo, impreso según se cree en Amberes en 1485.

-Historia Naturalis, de Plinio el Viejo, Venecia, 1489.

-Vida de los Ilustres Varones, de Plutarco, traducido al castellano por Alonso de Palencia, Sevilla, 1497.

-Almanach Perpetuum, de Abraham Zacuto, impreso en la ciudad portuguesa de Leiria (al norte de Lisboa) en 1496.

 

Las notas marginales revelan la profunda atracción que Colón sentía por los metales y el oro, por las gemas y las piedras preciosas, esto es, aquellos productos fácilmente transformables en riqueza y poder. Pero esto no significa que su interés primordial se orientase a los bienes materiales. Aquellos productos eran para él meros instrumentos del espíritu humano. Su tendencia a la fantasía y a la imaginación llega en él hasta a vencer el denso magnetismo que le arrastra a los metales y a las gemas. Cuando las maravillas se hacen demasiado maravillosas, Colón adopta un cauto silencio. Entre los libros anotados por él, el Ymago Mundi es especialmente importante y revelador. Aquí pueden verse los fértiles errores que le guiaron en su búsqueda y que dieron forma a su plan.

 

El gran parecido de las ideas de Colón con las de Toscanelli, permite asegurar que en 1480 Colón había leído ya la carta y estudiado el mapa enviados a Portugal por el matemático italiano en junio de 1474. Pero el plan de Colón difería del de Toscanelli en un punto importante: era mucho más erróneo, es decir, iba mucho más allá que el de Toscanelli en el error sobre el cual el propio Toscanelli fundaba su creencia en la posibilidad de cruzar el Mar Desconocido (la relativamente corta distancia por mar entre Portugal y las Indias orientales), con lo cual Colón aumentaba todavía la fe en esta posibilidad. Las ideas colombinas al respecto eran las siguientes:

 

1.     La tierra es redonda.

2.     La distancia por tierra entre el borde del Este (el extremo oriental de Asia) y el borde del Oeste (Portugal) es muy larga. Este es el error fundamental, cimiento de todo el edificio colombino. Tanto este error como el siguiente tenían larga tradición.

3.     La distancia entre España y la India (Asia) por mar es muy pequeña. Colón sitúa a la llamada Isla de Taprobana en el Océano Índico (que podía ser tanto Ceilán, Sumatra o bien una isla fantasma), a 58º al oeste del verdadero Occidente, y que, por tanto, «sólo queda un mar estrecho entre España e India».

4.     La longitud del grado es de 56 2/3 millas. Toscanelli, en cambio, toma como base de sus cálculos un grado de 62,5 millas al Ecuador. Colón hace suya la cifra que propuso por vez primera un cosmógrafo árabe llamado El Fargani y conocido por Alfraganus (cuyo verdadero nombre era Ahmet ben Kebir), quien llevó a cabo mediciones hechas bajo los auspicios del califa abasí Almamum (al-Ma’mun, 813 – 832). Pero las millas que usaba El Fargani eran árabes, es decir, de 1973,50 metros; de ahí que su medición del Ecuador terrestre, esto es, la circunferencia de la Tierra por el Ecuador, fuese la más exacta hasta los tiempos modernos, pues sólo excedía en 25.880 metros los 40.007.520 metros que mide en realidad tal circunferencia. Ahora bien, como las millas empleadas por Colón eran de 1477,50 metros, su cálculo reducía el Ecuador a tres cuartas partes de su longitud real.

De este modo, Colón no sólo reducía la anchura del mar que separa de las Indias, por hacer el grado demasiado corto, sino que estrechaba aún más la anchura de ese mar como consecuencia del número de metros que tenía la milla que había usado para medirlo. Colón creía que la distancia por tierra entre España y las Indias abarcaba 282º de la circunferencia terrestre, quedando sólo 78º (360º menos 282º = 78º) como distancia entre Lisboa y Catayo. Como además estos grados tenían para él 56 2/3 millas al Ecuador, es decir, unas 50 millas a la altura de las Canarias, la distancia total de España a la India (Asia) por el Occidente le venía a resultar por el paralelo de La Gomera de unas 3900 millas (78 x 50 = 3900), esto es, 975 leguas (975 x 4 millas que tiene una legua = 3900 millas, esto es, 5762 km; 3900 millas x 1477,50 metros = 5.762.250 metros, es decir, 5762 km).

También tiene Colón muy en cuenta al profeta Esdras, uno de los autores sagrados de los Libros Apócrifos. Esto le permite afirmar que «el mundo es seis partes seco y una parte mar» (de las siete en que se divide).

Mucho han discutido los técnicos sobre por qué Colón estaba seguro de hallar islas entre 600 y 700 leguas a Poniente de La Gomera; pero es claro que si navegaba teniendo en cuenta a Esdras, sólo un séptimo de la tierra estaba para él cubierto de agua, y entonces, o calculaba este séptimo en grados o lo calculaba en superficie: en el primer caso, tenía que medir el agua entre España y la India como 1/7 de 360º, o sea 51º, que, a razón de 50 millas que él daba al grado a la altura de las Canarias, son 2550 millas, o sea 537,50 leguas (3.767.625 metros o casi 3768 km). Siguiendo, pues, a Esdras, la distancia se acortaba considerablemente en casi dos mil km (5762 km menos 3768 km = 1994 km). Si, por el contrario, aquel séptimo lo calculaba en superficie, la anchura del mar dependería de que hubiese o no mares en el hemisferio Sur. De sus numerosas notas despréndese que para él el hemisferio Sur estaba poblado, es decir, seco. Si, por tanto, pensaba que el hemisferio Sur estaba tan seco como el Norte, tenía que interpretar a Esdras en el sentido de que el séptimo de agua estaba repartido por igual entre las dos mitades de la tierra; de uno u otro modo, pues, la distancia entre las Indias y España venía a ser de 51º de 50 millas a la altura de La Gomera.

 

*Colón ya en 1478 habló del descubrimiento con el Infante Don Juan de Portugal (el futuro Juan II), pues éste tenía a su cargo los asuntos concernientes a la exploración marítima. Don Juan II, cuando ya era rey, no vio con mucha simpatía el proyecto colombino, que fue presentado en su forma definitiva hacia 1483-1484, razón por la que el descubridor resolvió abandonar Portugal en 1484 y probar suerte en Castilla. Lo hizo acompañado de su hijo Diego, entonces de cinco años, aunque sin su esposa Filipa pues ésta había fallecido poco antes. La tesis de Madariaga es que Colón copió en secreto el famoso mapa de Toscanelli que había llegado a Portugal en 1474, llevándoselo consigo a España. Lo copió en una de las páginas en blanco de su ejemplar de la Historia Rerum Ubique Gestarum del Papa Pío II, pero con la precaución de omitir en la copia los datos esenciales, como el punto de partida de los cálculos que daban la longitud de las travesías; luego tomó bastantes notas para copiar el mapa a su placer. También llevóse consigo unas cartas falsificadas de Toscanelli dirigidas a él, que, en el caso de descubrirse su sustracción, podría presentarlas para defenderse, como si las cartas hubiesen ido acompañadas del mapa, ya que la falsificación de aquéllas nadie podría certificarla, pues Toscanelli había fallecido en 1482.

*Madariaga ve en Colón una especie de preencarnación de Don Quijote. Colón no se mueve principalmente por codicia o intereses puramente materiales, sino por un ideal y por alcanzar la gloria.

 

*Tres rasgos de la fe judía transferidos a la fe cristiana de Colón: a) sentido profético; b) creerse un elegido; c) sentido contractual.

 

*Lo más probable es que Colón no se convirtiera a la fe cristiana durante el transcurso de su vida, sino que ya naciese en el seno de una familia cristiana, pues resulta razonable pensar que sus antepasados se hicieron cristianos después de los terribles acontecimientos de 1391.

 

*Colón salió, casi con toda probabilidad, de Lisboa por el estuario del Tajo y entró en Castilla desembarcando en Palos. En el convento franciscano de La Rábida de esa misma localidad de Palos, lo acogió cordialmente Fray Juan Pérez, quien escuchó el relato de Colón acompañado del médico del convento, García Fernández o Hernández. El convento contaba entonces con un verdadero astrólogo, Fray Antonio de Marchena, ausente cuando Colón llegó por vez primera. Fue en este monasterio donde un piloto castellano, Pedro Velasco, contó a Colón la expedición portuguesa al mando de Diego (Diogo) de Teive, en la que el propio Velasco figuraba como piloto. La expedición tuvo lugar en 1452, en tiempos de Enrique el Navegante, y ocurrió en ella que, pasada la isla de Faial (Fayal), la 5ª más grande en tamaño de las Azores, se internaron unas ciento cincuenta leguas en el Océano (quizá llegasen, aunque es muy improbable, hasta el mismo Mar de los Sargazos), y a la vuelta descubrieron la isla de las Flores, que es la más occidental de ese archipiélago.

 

Al llegar Colón a Huelva, la Corte estaba entonces en Sevilla. Se dirigió, primero, al Duque de Medina-Sidonia, Don Enrique de Guzmán, quien declinó el hacerse cargo de la empresa. Después, dirigióse Colón al Duque de Medinaceli, Don Luis de la Cerda, heredero legítimo de la rama primogénita de Castilla (era descendiente directo del hijo mayor de Alfonso X el Sabio, quien murió joven y cuyos herederos fueron desposeídos de la Corona por su tío, hijo menor de Alfonso X, quien reinó con el nombre de Sancho IV). El Duque de Medinaceli sintonizó con Colón, protegiéndolo entre el otoño de 1484 y principios de 1486, aunque cedió espontáneamente a la Corona el honor de tan alta empresa. Residía el Duque en el Puerto de Santa María. En una ocasión, en los muelles de la localidad gaditana, un marinero tuerto le contó a Colón cómo en el curso de un viaje a Irlanda «vido aquella tierra que los otros haber por allí conocían, e imaginaban que era Tartaria, que daba vuelta por el occidente» (Las Casas, Libro I, cap. XIII). El Duque estaba por entonces muy ocupado en la guerra de Granada. La campaña de primavera de 1485 fue un éxito. El rey Católico regresó a Córdoba, donde estaba Doña Isabel, el día de San Juan. Por una carta escrita por el Duque de Medinaceli al Cardenal de España, Don Pedro González de Mendoza, de 19 de marzo de 1493, sabemos que el duque escribióle a la Reina desde Rota, contestándole Doña Isabel que le enviase a Colón, quien fue recibido por su Alteza y dado en cargo a Alonso de Quintanilla (esta entrevista de Colón con la Reina no está demostrada). La conclusión de Madariaga es que el plan de descubrimiento se sometió a la Cancillería real de Castilla el 20 de enero de 1486, fecha que el propio Colón designa como el comienzo oficial de su «servicio». Ese 20 de enero los Reyes estaban en Madrid. Colón fue a Córdoba, y, siguiendo las instrucciones recibidas, presentóse a Alonso de Quintanilla [ca. 1420 - 1500], Contador Mayor de los Reyes. Por mediación de Quintanilla conoció Colón al Cardenal de España, conocido como el «Tercer Rey», primero arzobispo de Sevilla y después de Toledo, una especie de Primer Ministro de la Monarquía; este contacto aseguróle a Colón el acceso a los Reyes. A fines de abril o principios de mayo de 1486 llegaron los Reyes a Córdoba. En esta ciudad, durante la primavera de 1486, entrevistóse Colón por vez primera con los Reyes Católicos.

 

*A principios de mayo de 1486, según Madariaga, deciden los Reyes Católicos nombrar una comisión de técnicos (astrónomos, cosmógrafos, navegantes y «filósofos») que evaluase la propuesta colombina. La comisión trabajó sobre todo en Salamanca, y no dictaminó hasta 1490. El presidente de la comisión fue Fray Hernando de Talavera [1428 - 1507], nombrado en 1470 Prior del Monasterio de Nuestra Señora del Prado en Valladolid, y de quien hace Madariaga una espléndida semblanza. De los vocales, sólo se conoce el nombre de uno, Don Rodrigo Maldonado de Talavera [1456 - 1517], Gobernador de Salamanca, jurista y versado en cuestiones científicas. Las causas y motivos de las desavenencias entre Fray Hernando y Colón no tienen nada que ver con razones mezquinas, pues ello era imposible en un espíritu tan desinteresado, noble y caritativo como el del confesor de la Reina. Madariaga analiza muy bien el choque de estos dos espíritus, el del héroe y el del santo. El caso es que Fray Bartolomé de las Casas y Hernando Colón tienen razón al hablar de la oposición de Talavera al proyecto colombino, lo que explica en parte la tardanza de la comisión en emitir un dictamen, pero yerran sobre los verdaderos motivos que dirigen la conducta del eximio Prior del Prado. Según Madariaga, sólo pudo Colón hablar ante la comisión según Toscanelli, según Marco Polo y según Esdras, haciendo una mescolanza entre los tres. Su actitud reticente, además del choque con Talavera, explica su fracaso ante la comisión. Colón no sólo era vago en sus argumentos, sino que no enseñaba mapa alguno. Está claro que no quería desvelar sus fuentes, ni tampoco que se supiese el modo como había obtenido el mapa de Toscanelli, por si se les ocurría a los miembros de la comisión averiguar su procedencia. En Salamanca encontró Colón otro poderoso protector, el dominico Fray Diego de Deza [1443 - 1523], Profesor de Teología en la Universidad, que llegó a ser Arzobispo de Sevilla y sucedió a Tomás de Torquemada [1420 - 1498] como Inquisidor General de Castilla. Deza facilitó la entrega de sumas de dinero a Colón procedentes del Tesoro.

 

*Los años inmediatamente posteriores a 1487 debieron ser para Colón de privación espiritual, debido a la dilación en la autorización de su proyecto, aunque ni mucho menos estuvo el gran navegante desatendido, ni careció de amigos influyentes, ni faltóle la protección de los Reyes. No tiene nada de extraño para Madariaga que fuera en esa época, en 1487, año de la conquista de Málaga, donde posiblemente estuvo el descubridor, en la que Colón tuviera su única aventura amorosa, con Beatriz Enríquez, cordobesa, madre de Fernando (Hernando) Colón, que nació el 15 de agosto de 1488. Los documentos prueban que Colón, aunque no se casase con ella, amó y estimó a esta mujer, que debía tener entre dieciocho  y veinte años cuando lo conoció. No sólo la dejó bien asegurada, sino que contó con familiares de ella para puestos de su confianza: Diego, primo carnal de Beatriz, fue Alguacil Mayor de su primera flota; Pedro, hermano de Beatriz, fue capitán de uno de los tres barcos del tercer viaje.

Madariaga sospecha, entre otras razones por el hecho de consentir en estas relaciones, que Beatriz Enríquez fuese de sangre judía, entre quienes había una mayor tolerancia en su moral sexual. Además, el padre de Beatriz apellidábase Torquemada, nombre de una conocida familia de conversos a la que pertenecía el propio Inquisidor General. Dice Madariaga que no hay base documental para afirmar que Beatriz perteneciese a esa misma familia, pero esa cuestión del apellido añade cierta verosimilitud a la hipótesis que haría a Beatriz Enríquez conversa.

En mayo de 1488 estuvo Colón muy probablemente en Murcia. Fue en este lugar donde cuenta Las Casas que «un marinero que se llamó Pedro de Velasco, gallego, dijo al Cristóbal Colón en Murcia, que yendo aquel viaje a Irlanda fueron navegando y metiéndose tanto al Noroeste, que vieron tierra hacia el Poniente de Ibernia» (Libro I, cap. XIII). Ibernia o Hibernia es el nombre latino de Irlanda. Si se lee el mencionado capítulo de Las Casas, se comprueba que el dominico alude a tres navegantes distintos, en este resumen ya mencionados: Pedro de Velasco, piloto castellano, que habló con Colón en La Rábida; un marinero tuerto del Puerto de Santa María y este marinero gallego con el que habló el descubridor en Murcia.

Con fecha 20 de marzo de 1488 el rey Juan II de Portugal contestó una carta anterior enviada por Colón, en la que solicitaba ser de nuevo acogido en la Corte de Lisboa, seguramente desesperado ante la dilación de su negocio en Castilla. La epístola del Rey leyóla muy probablemente Colón en Murcia, y de su tono tan amable y meloso, accediendo a la petición del descubridor, puede desprenderse alguna sospecha. ¿Pretendía el rey portugués asegurarse el retorno de Colón a Lisboa, a fin de castigarlo o deshacerse de él, quizás por haber averiguado lo de la sustracción del mapa de Toscanelli, considerado allí como un secreto de Estado? Sea lo que sea y lo que sospechase Colón, el caso es que decidió no volver a Portugal.

En 1489, además de los protectores ya mencionados, Alonso de Quintanilla, el Cardenal de España, Fray Diego de Deza y los propios Reyes, contará Colón con el apoyo de otras dos eminentes personas de la Corte castellana: Andrés Cabrera [1430 - 1511] y su mujer Beatriz de Bobadilla [1440 - 1511], marqueses de Moya, quienes gozaban, sobre todo ella, de la íntima amistad de los Reyes, especialmente de Doña Isabel; en Aragón, también otros tres altos funcionarios protegieron al gran navegante: Juan Cabrero [1440 – 1514], Camarero del rey; Gabriel Sánchez [† 1505], tesorero, y Luis de Santángel [† 1498], escribano de ración. Al igual que Andrés Cabrera, los tres eran judeoconversos.

 

*En 1490, la comisión técnica nombrada por los Reyes emite un dictamen negativo acerca del proyecto colombino. Pero esto no significa que los Reyes hayan tomado entonces una decisión irrevocable. Sin embargo, la situación de Colón era desesperada. Su hijo Diego, de once años, vivía con los monjes en La Rábida. Su hijo Fernando vivía con su madre en Córdoba. Decepcionado, Colón se fue a La Rábida. Además de al ya conocido Fray Juan Pérez, encontróse allí con otros dos personajes, Fray Antonio de Marchena y Martín Alonso Pinzón [1441 – 1493], quienes contribuirían poderosamente a su éxito. Éste último, además de marinero, era una especie de potentado local de Palos, llegando a poseer carabela propia. Vivía con su mujer, María Álvarez, en la calle de Nuestra Señora, en La Rábida. Un cosmógrafo amigo suyo a quien había conocido en Roma en la corte pontificia de Inocencio VIII, revelóle a él y a su hijo Arias Pérez Pinzón, un año antes de conocer a Colón, que había «tierras todavía por descubrir». La entrevista con Pinzón fue sin duda decisiva para el descubridor. Entre otras consecuencias, animó a Colón a vencer la resistencia de la Reina, después del fallo de la comisión. En 1491 envió Fray Juan Pérez una carta, a través de un mensajero, para Doña Isabel. Pasados quince días, ésta hizo llamar al fraile, con instrucciones de que dejase a Colón «en seguridad de esperanza fasta que su Alteza le escribiese». Poco después, un tal Diego Prieto, ciudadano de Palos, llegó a La Rábida con una carta de la Reina para Colón y veinte mil maravedís, a fin de que el genovés se presentase ante ella. ¿Qué podría haber ocurrido? La única explicación para Madariaga es que Colón revelase a Fray Juan Pérez y a Fray Antonio de Marchena la existencia del mapa y de la carta de Toscanelli al canónigo lisboeta, y ambos documentos conociólos la Reina del propio Juan Pérez. Quizás Colón pudo temer un adelantamiento por parte de Martín Alonso Pinzón, debido al mapa que poseía facilitado por su amigo cosmógrafo italiano. Ambos frailes debieron estimar que era conveniente preservar el secreto de Colón y, así, aconsejaron a los Reyes que pusieran el asunto a prueba de la experiencia. Madariaga menciona en nota otra posible explicación para él inverosímil. Se trataría que Colón revelóle a Fray Juan Pérez que un piloto desconocido, al morir en su casa, le había contado cómo había descubierto nuevas tierras navegando hacia Poniente arrastrado involuntariamente por los vientos. Sobre este dato, facilitado por Las Casas (cap. XIV), es decir la existencia del llamado protonauta y del pre-descubrimiento, construiría posteriormente el historiador Juan Manzano (1911 – 2004) una controvertida pero magna línea de investigación, que desembocaría en su libro Colón y su secreto (Madrid, Instituto de Cultura Hispánica, 1976).

El 11 de abril de 1491, el rey, la reina y el infante don Juan se dirigieron a Sevilla para proseguir la campaña contra los moros. La reina y su hijo quedáronse en Alcalá la Real, adentrándose Don Fernando en territorio enemigo, hasta construir su campamento en lo que hoy es Santa Fe (la primera instalación, destruida por un incendio, dio paso a la segunda, construida ya de obra, como una verdadera ciudad, indicándole con esto al enemigo que el plan de asedio de Granada no tenía marcha atrás).

Madariaga está convencido de que Don Fernando sabía del origen judío catalán de Colón, y que posiblemente esto explique en parte la lentitud de las negociaciones con el descubridor. Desde 1485 hasta 1492, en Castilla, Colón llamóse Colomo, probablemente para ocultar el Colom que lo comprometía (en 1461 en Valencia y en 1489 en Castilla, la Inquisición condenó a conversos judaizantes secretos que se llamaban Colom). Los Reyes, además, jamás mencionaron su nacionalidad, cuando era lo normal en los documentos de la época. Madariaga aduce una prueba positiva de que los Reyes no querían referirse al origen genovés de este extranjero (se trata de la carta enviada desde Londres, el 23 de junio de 1498, por el embajador Ruy González Puebla a los Reyes Católicos en referencia a la expedición de Juan Caboto en 1497 a lo que es hoy América del Norte). Ni Cristóbal Colón ni su hermano Bartolomé hicieron nunca acto explícito de naturalización, aunque se hicieron por la tácita súbditos de Castilla. Quien sí se naturalizó castellano por acto legal, fue el hermano menor, Diego (8 de febrero de 1504).

Las condiciones exigidas por Colón ante los Reyes, en enero de 1492, consideradas desproporcionadas y exorbitantes, causaron verdadero estupor. Por segunda vez fue despedido. Pero cuando Colón estaba ya fuera de Granada, de nuevo intercedieron rápidamente en favor suyo algunos de sus poderosos amigos, Juan Cabrero, Fray Diego de Deza y Luis de Santángel. Éste último, en nombre de los demás, habló con la Reina. La convenció. Cuando Colón cruzaba el Puente de los Pinos, a unas dos leguas de la ciudad, le alcanzó un alguacil de Doña Isabel, rogándole que volviese a Santa Fe. Así lo hizo el descubridor, dándose cuenta, dice Madariaga, que estaba entrando en la inmortalidad.

 

*En enero de 1492 es muy posible, según lo anterior, que los Reyes tomasen la decisión de enviar a Colón a las Indias.

El decreto de expulsión de los judíos de España se firma el 31 de marzo de 1492.

El 17 de abril de 1492 se firman las Capitulaciones de Santa Fe. Este importantísimo documento está redactado por Fray Juan Pérez y por Juan de Coloma (ca. 1442 – 1517), Secretario de la Cancillería de Aragón y de estirpe judía por parte de madre. Lo firman Cristóbal Colón y Juan de Coloma. Las Capitulaciones son una minuta de acuerdo mutuo, pero no constituyen un documento jurídico. Es seguro que están redactadas bajo la inspiración del descubridor. Desde el principio se describe a sí mismo como Don Cristóbal Colón. Condiciones: 1. Que los Reyes habrán de hacerlo Almirante en todas las islas y tierras-firmes que por su mano e industria se descubrieran o ganaren en las dichas mares océanas. Esta concesión debía hacerse extensiva a sus herederos en perpetuidad, así como que las preeminencias y prerrogativas de su almirantazgo serían idénticas a las del Almirante Mayor de Castilla. 2. Que ha de ser Virrey y Gobernador General. Para el gobierno de todas y cada una de las islas que gane, tendrá derecho a proponer tres nombres para cada cargo, entre los cuales escogerán sus Altezas. Se asegura la décima parte de todas las transacciones. También exige conocer de todos los pleitos que vinieren a plantearse con motivo del comercio entre Castilla y las islas y tierras-firmes que descubriese. Este concepto de la justicia era absolutamente medieval, señala Madariaga. 3. Se le concede el derecho a participar en un octavo, si así lo deseare, en todas las expediciones que se hicieren para las Indias, recibiendo a cambio un octavo de los beneficios.

Sobre la base de estas Capitulaciones, redactóse el acta jurídica (Real Privilegio) de 30 de abril de 1492, por Juan de Coloma o en su oficina. Ese mismo día, Juan de Coloma firmaba otros dos documentos fundamentales: por el primero se concedían a Colón los títulos y dignidades estipulados en las Capitulaciones de Santa Fe; por el segundo, los Reyes recordaban a Diego Rodríguez Prieto, alcalde mayor de Palos, así como a otras personas y vecinos de la mencionada villa de Palos, que armasen y mantuviesen durante dos años a su costa dos carabelas que pondrán a disposición de Cristóbal Colón.

 

Colón salió de Granada el 12 de mayo con este último documento en el bolsillo, creyendo que le otorgaba autoridad en Palos, que fue a donde se dirigió de inmediato. El 23 de mayo convocó a los ciudadanos de Palos en la iglesia de San Jorge, a fin de comunicarles la disposición real. Pero la indolencia y la mala voluntad general le harán depender cada vez más de los hermanos Pinzón, sobre todo de Martín Alonso. Es posible que antes de las Capitulaciones hubiese llegado Colón a un acuerdo con Martín Alonso Pinzón, y que intentase deshacerse de él cuando creyóse por un momento fuerte durante la mencionada reunión del 23 de mayo, aunque finalmente hubo de reconocer que necesitaba la ayuda de esta familia de marineros. Una vez reconciliados, Colón reclamó para sí un octavo de los gastos a fin de reclamar después un octavo de los beneficios; asimismo, Martín Alonso Pinzón le adelanta medio millón de maravedís. Estuvo a punto de cometer el enorme error de reclutar la tripulación entre los presidiarios locales. Afortunadamente sus amigos del convento de La Rábida y los Pinzones lo disuadieron de ello. Los historiadores modernos estiman que o no iba ninguno de aquéllos, o bien llegaron como mucho a constituir la tripulación veinticuatro delincuentes. No hay seguridad de ello. La tripulación, esto es, los pilotos, marineros y grumetes, estaba compuesta de unos noventa hombres. No había mujeres ni sacerdotes. En total, tres carabelas. Las dos que debía proveer Palos eran La Pinta, propiedad de hombres locales, entre ellos probablemente Martín Alonso Pinzón, que fue quien se encargó del mando, y La Niña, propiedad de Pero Alonso Niño, mandada por Vicente Yáñez Pinzón (ca. 1462 – 1514), hermano de Martín Alonso Pinzón. La nave capitana, mandada por Colón y pilotada por Pero Alonso Niño, era La Santa María. Esta última era la mayor. Desplazaba 233 toneladas, tenía castillo de popa y castillo de proa, la vela era cuadrada y no triangular y medía 39 metros de largo. La Pinta medía unos 17 metros y llevaba también vela cuadrada. La Niña era algo menor que esta última, no tenía más que un castillo, a popa, y disponía de vela latina. Iban equipadas con lombardas y con espingardas o falconetes. Sobre todas las velas se abría una cruz. Se hicieron acopios de víveres, vino y agua para seis meses o un año. También provisiones de leña, material de velamen y cordaje y medicinas. Como traductor e intérprete ante el Gran Kan alistó Colón a Luis de Torres, de origen judío, que sabía hebreo, caldeo y algo de árabe. El Maestre de La Santa María era el cosmógrafo Juan de la Cosa, dueño al parecer del barco.

La Corona adelantóle a Colón, por medio de Luis de Santángel, un millón de maravedís. Él puso medio millón para la empresa, prestados por Martín Alonso Pinzón. Calculando en dos mil maravedís por tonelada el flete de las carabelas y en quinientas las toneladas de la flotilla, el flete total absorbía ya un millón; los gastos de personal, quinientos cuarenta mil maravedís, y los gastos restantes otro medio millón.

El 2 de agosto los últimos judíos salían de España. Colón tenía previsto salir ese día, que fue finalmente en el que embarcaron, aunque no zarparon del puerto de Palos hasta media hora antes del alba del día 3 de agosto de 1492.

 

*9 de agosto de 1492. Divisan Gran Canaria.

*12 de agosto de 1492. Llegan a Gran Canaria. Debido a que a La Pinta se le había roto el timón durante la travesía desde Palos, Colón deja a Martín Alonso Pinzón en la isla reparando la embarcación, mientras él parte hacia La Gomera con las otras dos carabelas. Entre idas y venidas de una a otra isla, perdió Colón casi un mes. Llegó de nuevo a Gran Canaria el 25 de agosto, metió prisa, volvieron todos a La Gomera y zarparon hacia el Occidente el 6 de septiembre.

*Al alba del domingo 9 de septiembre, a nueve leguas de la isla de El Hierro, perdieron de vista la tierra.

*Colón dio astutas instrucciones a la flota de no navegar entre medianoche y el alba después de pasadas las primeras 700 leguas de mar. Si eligió el paralelo 28 durante el viaje de ida desde las Canarias, en el que permaneció con obstinación hasta poco antes de tocar tierra, fue porque tenía la seguridad de que en esta latitud encontraría a Cipango. El geógrafo estadounidense George Emra Nunn (nacido en 1882), en su libro Geographical Conceptions of Colombus (New York, 1924), observa que en su viaje de retorno Colón se dirigió al NE hasta alcanzar la latitud de las Azores, y luego puso rumbo al Este. ¿Por qué a las Azores yendo al Este y a las Canarias yendo al Oeste? Para aprovecharse de los vientos favorables y evitar los contrarios en ambos viajes. Ahora bien, todos sus trayectos oeste-este fueron desastrosos, porque no buscó el paralelo de los vientos favorables cuya existencia ignoraba por completo. De hecho no descubrió nada en cuanto a vientos se refiere.

*Sobre el 17 de septiembre las agujas empezaron a noruestear. Procedió con astucia. De sus apuntes del 30 de septiembre se desprende que comenzó por echarle la culpa a la estrella polar. Pero esto fue para que los hombres restableciesen su confianza en las agujas.

También se ha discutido mucho sobre el hecho de que Colón llevaba una cuenta secreta de la distancia recorrida por las carabelas, a fin de hacer creer a la tripulación que la distancia recorrida era menor de la real. Pero esto no es posible teniendo en cuenta que iban navegantes expertos, como los dos hermanos Pinzón, así como un cosmógrafo, Juan de la Cosa. El deseo oculto de Colón era asegurarse el exclusivo descubrimiento de Cipango y convertirse en el guía indispensable para el futuro. Pero, como observa Madariaga, lo más que podía hacer era sembrar duda y confusión.

*El 25 de septiembre empieza a cundir el desánimo. Al día siguiente empezó a fraguarse una conspiración o motín contra él, oportunamente deshecho por Martín Alonso Pinzón.

*El 6 de octubre, Pinzón propone cambiar el rumbo de oeste a SO. Colón está en contra. Finalmente se decide a poner rumbo SO, decisión que se llevó a cabo una hora después de anochecer, el día 7 de octubre.

*El jueves 11, los de La Pinta recogieron señales evidentes de la proximidad de tierra. Anteriormente también habían podido apreciarlas en algunas aves.

*El viernes 12, dos horas después de la medianoche, un marinero de La Pinta, Rodrigo de Triana (aunque su verdadero nombre parece haber sido Juan Rodríguez Bermejo), vio y anunció tierra desde proa.

*Ese mismo día 12 de octubre Colón tocó tierra en la isla de Guanahani, perteneciente al archipiélago de las Lucayas (hoy las Bahamas). Muchos piensan que se trata de la actual isla de Watling, aunque no está nada claro. Colón bautizóla como San Salvador. Durante dos semanas vagabundeó de isla en isla, bautizándolas con nombres españoles: Santa María de la Concepción, Fernandina, Isabela. A partir del 25 de noviembre las páginas del Diario de Colón reflejan de manera insistente sus observaciones acerca del valor económico del descubrimiento. Esta tendencia económica no tardará en manifestarse a favor de un desarrollo posible de la esclavitud. Su primer error capital fue llevarse a siete indígenas de Guanahani, rompiendo así para siempre, dice Madariaga, la paz entre las dos razas.

*El 23 de octubre parte para la isla de Cuba, que cree es Cipango.

*El domingo 28 de octubre llega a Cuba con La Santa María. La llamó Juana, en honor del heredero del trono, el Infante Don Juan.

*El 2 de noviembre, Luis de Torres, del que hemos dicho que era de origen judío y conocedor de varias lenguas, adentróse, en compañía de un tal Rodrigo de Jerez, en la isla de Cuba, de donde retornaron el día 5. Estos dos hombres, por vez primera, conocieron el tabaco. Colón, al no encontrar la fuente del oro, que buscaba con ansiedad, emprendió entonces la exploración de la costa norte de Cuba, a la que tomó y siempre siguió tomando por tierra firme, esto es, por Catay. Entretanto, Martín Alonso Pinzón se fue a la isla de Haití (la que creían Cipango).

*El 6 de diciembre Colón llegó a Haití, bautizándola con el nombre de La Española.

*El día de Navidad, hacia la medianoche (esto es, la medianoche del 24 al 25 de diciembre), la nave capitana se quedó varada en La Española. La Pinta aún no había aparecido, creyendo Colón que Martín Alonso lo había traicionado volviéndose a España o bien que buscaba afanosamente la fuente del oro. En esta situación, decidió construir en La Española la primera ciudad cristiana del Nuevo Mundo: Villa de la Navidad, a cuyo frente dejó el Almirante a Diego de Arana, pariente de Beatriz Enríquez, dándole como segundo a Pedro Gutiérrez, repostero del rey. Además de estos dos, escogió otros 37 hombres, algunos al parecer voluntarios, que se quedarían allí hasta que él volviese al Nuevo Mundo en un segundo viaje.

*Entre el viernes 4 de enero, día en que zarpa de La Española con rumbo a España, y el domingo 6 de enero de 1493, Colón impone a La Niña un rumbo errático y vacilante por la costa de La Española, pues está preocupado y resentido con Martín Alonso Pinzón, del que no sabe si se encuentra aún cerca o ha retornado a España. Finalmente se encuentran el día 6. Pinzón se explica, pero se ahondan las diferencias entre ambos. El 12 de enero aún están en la costa de Haití. El domingo 13, la gente de Colón tuvo una escaramuza con un grupo de indios. Finalmente, emprenden el viaje de regreso en torno al 16 de enero.

*Para el viaje de regreso a España, Colón eligió una latitud mucho más al Norte de la que había seguido en su viaje de ida. Esta latitud le llevaba a la altura de las Azores. Al alba del lunes 4 de febrero torció de E-NE a Este, rumbo directo a las Azores. Una semana después del 6 de febrero atacóles una gran tormenta, que duró muchos días. Durante la noche del 14 de febrero La Pinta y La Niña se separaron involuntariamente como consecuencia de la tempestad, llegando antes Martín Alonso Pinzón a la costa española. Del miércoles 13 al domingo 17 de febrero, Colón no cerró los ojos al sueño. El lunes 18 llegó a la isla de Santa María, la más meridional de las Azores, y en aguas, pues, de dominio portugués. Aquí tuvo un incidente con el capitán de la isla, Juan de Castañeda (Joâo de Castanheda), felizmente resuelto en cuanto él se acreditó como Almirante al servicio de los Reyes Católicos. Zarparon de nuevo el domingo 24 de febrero. El domingo 3 de marzo el viento rompió las velas de La Niña. Al alba del lunes 4 de marzo reconocieron la Roca de Cintra (el Cabo de Roca). Colón determinó entrar en la bahía del Tajo para buscar refugio y descanso. El viento los llevó hasta Cascaes (al oeste de Lisboa, en el extremo occidental del estuario del Tajo). Ese mismo día subieron hasta Rastelo (= Restelo = Estrela, barrio del extremo occidental de Lisboa, en la freguesia o parroquia de Belem). Después de ser recibido por el rey de Portugal, Juan II, un recibimiento, así como el haber recalado en Lisboa en vez de en la costa castellana, que posteriormente despertaría el recelo de los Reyes Católicos, Colón embarcó en La Niña el 12 de marzo, zarpando al día siguiente. Al alba del viernes 15 de marzo, La Niña pasaba la barrera de la isla de Saltes, en la desembocadura del Tinto y del Odiel, y a mediodía llegaba al puerto de Palos. Aquella misma tarde, La Pinta llegó también a Palos, con Martín Alonso Pinzón gravemente enfermo. Había encontrado refugio de la tempestad en Bayona, localidad de Pontevedra, alrededor del 1 de marzo, siendo por lo tanto el primero en difundir la noticia del inaudito descubrimiento.

 

*No es creíble que Pinzón se atribuyese el descubrimiento de las Indias. Los documentos y testimonios lo desmienten. Murió el 20 de marzo y fue enterrado en el Monasterio de La Rábida. Ahora Colón quedaba como el único descubridor ante el mundo. El 30 de marzo escribiéronle los Reyes desde Barcelona. La prisa que ya manifestaron en la realización de un segundo viaje, está motivada por el temor de que Portugal considerase el descubrimiento como una violación de los acuerdos entre ambas Coronas. El 3 de mayo el papa Alejandro VI promulgó una bula concediendo a los Reyes Católicos las Indias descubiertas o por descubrir. Al día siguiente, 4 de mayo, otra bula dividía el mundo entre las dos Coronas, Castilla-Aragón y Portugal, trazando una línea de polo a polo a cien leguas de las Azores y de Cabo Verde. De esa línea hacia el Oeste era dominio castellano.

 

*El domingo 31 de marzo de 1493 hizo Colón su entrada triunfal en Sevilla.

*A finales de abril fue recibido en audiencia solemne por los RR. CC. en Barcelona. Éstos habían pasado unos meses muy angustiosos debido al terrible atentado, que casi le cuesta la vida, sufrido por Don Fernando en Barcelona el 7 de diciembre de 1492, y del que, por fortuna, estaba ya bastante restablecido.

*Después de numerosas atenciones, distinciones, títulos, donaciones económicas  y privilegios, el 28 de mayo los Reyes lo nombran capitán general de la segunda flota que habrá de ir a las Indias. En colaboración con el Almirante, había sido designado por los Reyes como organizador de esta flota el arcediano de Sevilla, Don Juan Fonseca, que sería después obispo de Badajoz, Palencia y Burgos. El tesorero nombrado fue Francisco Pinelo, jurado de la ciudad de Sevilla, mientras que Juan de Soria, Secretario del Infante Don Juan fue designado como contador. La escuadra estaba compuesta por 17 bajeles y un total de entre 1000 y 1500 personas. La preparación de la flota, a pesar de la premura manifiesta de los Reyes, fue relativamente lenta, además del engaño y la trampa observados en el aprovisionamiento de víveres, animales y otras pertenencias. La competencia entre las cuatro personas principales de las que dependía la preparación no estaba bien definida, dando así lugar a desavenencias y encontronazos, sobre todo entre Colón y Juan de Soria, aunque también es probable entre el Almirante y Juan de Fonseca. Ya entonces manifestóse la tendencia de Colón a actuar por su cuenta, con independencia de las decisiones reales, cosa de la que se percataron los Reyes, sin agradarles en absoluto, y que tendría nefastas consecuencias más adelante. En esta segunda expedición, no obstante, sus Altezas enviaron a personalidades independientes para que informaran con objetividad del valor de las tierras descubiertas. Entre ellas destacaba Antonio de Torres, a quien desde el principio, muy significativamente, se le designó como Capitán de la flota de retorno.

*La base de esta segunda expedición parece hallarse en una nota de Colón de abril de 1493, en donde se manifiesta a favor de la colonización de las tierras descubiertas. Los Reyes, por su parte, le dan unas precisas instrucciones el 29 de mayo, decisión que corrobora la importancia que concedían a que no se actuase al margen de la Corona. En este importante documento están ya trazadas la línea espiritual y la línea económica de la invasión europea en América. Se dice en él expresamente que «todos los que en ella van e los que más fueren de aquí adelante, traten muy bien e amorosamente a los dichos indios», so pena de fuerte castigo. Después de la conversión de los indios, lo que prevalece en estas Instrucciones es la agricultura y el comercio.

*En este segundo viaje, llevóse el Almirante a su hermano Giácomo, conocido después como Don Diego Colón. La flota zarpó del puerto de Cádiz en la mañana del 25 de septiembre de 1493.

 

*La difusión por Europa del primer viaje de Colón fue prácticamente inmediata después de su regreso a España. Ya el 29 de abril de 1493, menos de dos meses después de su vuelta, la carta que escribió a Luis de Santángel y a Gabriel Sánchez, dando cuenta del descubrimiento, fue publicada en latín en Roma, y otras siete veces más a lo largo del mismo año. Pero el divulgador más asiduo del descubrimiento fue Pedro Mártir de Anglería, además de ser el primero en darlo a conocer, en concreto en una carta dirigida al conde Giovanni di Borromeo fechada en Barcelona el 14 de mayo de 1493. También fue él el primero en usar el término «Nuevo Mundo», asimismo en otra carta a Borromeo de 20 de octubre de 1494.

*En cuanto a Bartolomé Colón, parece asegurado que estaba en Portugal en diciembre de 1487. También sabemos que se hallaba en Londres en febrero de 1488, donde hizo un mapa que entregó al rey inglés Enrique VII en el que le explicaba el proyecto de su hermano. El viaje a Inglaterra puede explicarse ante la dilación del consentimiento para poner en marcha la empresa por parte de los Reyes Católicos. Madariaga cree que Bartolomé acompañó a su hermano Cristóbal durante el tiempo en que éste pugnaba por hacerse oír en Castilla. Al no obtener éxito en Londres, trasladóse Bartolomé a Francia, a fin de probar fortuna cerca de Carlos VIII, siendo allí donde enteróse del descubrimiento. Madariaga cree también que si Bartolomé no acompañó a su hermano en el primer viaje es porque no quiso. Cuando llegó a Castilla, en 1493, ya había zarpado de nuevo a las Indias el Almirante. Bartolomé salió para Valladolid con sus dos sobrinos, Diego y Fernando, de 14 y 6 años respectivamente, que recibieron el nombramiento de pajes del Príncipe Don Juan. Presentóse con ambos ante los Reyes, que lo ennoblecieron y le ordenaron que armase tres carabelas y se dirigiese a La Española para ponerse a las órdenes de su hermano.

 

*Cinco días después de salir de Cádiz, la flota que se dirigía a las Indias en el segundo viaje de Colón, llegó a Gran Canaria, y otros cinco días más tarde a La Gomera. Después de aprovisionarse durante varios días, partieron para El Hierro, la más suroccidental de las islas Canarias, saliendo definitivamente rumbo a las Indias el 13 de octubre de 1493. Esta vez el rumbo no fue al oeste, sino netamente al SO, con la idea de descubrir tierra firme. Los vientos fueron aún más favorables que durante el primer viaje, descubriéndose tierra el domingo 3 de noviembre, después de 20 días de travesía. Estaban ante dos islas, Dominica y Marigalante, dirigiéndose finalmente hacia esta última, un poco al NE de Dominica, junto al paralelo 16º. Al día siguiente, 4 de noviembre, descubrieron la isla de Guadalupe, al norte de Marigalante (Guadalupe está formada por dos islas separadas por un brazo de mar de unos 100 metros de anchura: al oeste, Basse-Terre; al este, Grande Terre).  La flota continuó navegando placenteramente por entre la cadena de islas que se extiende en semicírculo desde Trinidad, junto a la costa venezolana, hasta La Española. Fue entonces cuando descubrieron Puerto Rico.

 

*En La Española, después de demorarse en un puerto al que llamó Monte-Cristi, al norte de la isla, dirigióse Colón hacia el asentamiento de La Navidad, a donde llegó el viernes 27 de noviembre a medianoche. Al día siguiente pudieron comprobar que La Navidad estaba vacía, destruida y abandonada, habiendo desaparecido todos los españoles dejados allí por Colón en el primer viaje.

Poco después, al NO de La Española, fundó Colón el primer asentamiento estable en el Nuevo Mundo, al que bautizó Isabela. Pronto se abatió sobre Isabela una epidemia, probablemente gripe. Colón ordenó a Alonso de Hojeda o de Ojeda (ca. 1468 – Santo Domingo, 1515), criado del Duque de Medinaceli, que explorase con quince hombres el territorio de Cibao, en el extremo oeste de La Española. También ordenó a Antonio de Torres († 1502, en el mar) que regresase a España para informar de la situación. Cuando en Castilla se enteraron del desastre de La Navidad, la opinión comenzó a cambiar en sentido desfavorable para Colón. También el Almirante empezó a tener problemas con la numerosa tripulación del segundo viaje. El primer incidente serio fue la rebelión de Bernal de Pisa, Alguacil de Corte y Contador de la flota. Solucionado, quizás con violencia, el asunto, partió Colón, bien pertrechado de soldados y de material, para Cibao el 12 de marzo de 1494, dejando como sustituto en Isabela a su incompetente hermano Diego. Cuando Colón llegó a Cibao percatóse de que este territorio no tenía nada que ver con Cipango (Cibao = «ciudad-piedra», ya que Ciba  significa «piedra» en la lengua aborigen). En este territorio de Cibao mandó Colón construir una fortaleza, Santo Tomás, para la que nombró Alcaide a Mosén Pedro Margarite, que quedóse allí acompañado de cincuenta hombres. Al regresar Colón a Isabela, encontróse con una situación deplorable. El hambre y el desaliento hacían estragos. De entonces arrancan sus desavenencias con el Padre Bernardo Buil o Boyl (1440 – 1509), quien había sigo expresamente designado por los Reyes para emprender la conversión de los indios.

 

*El 24 de abril de 1494 salió Colón de Isabela con tres carabelas, La Niña, San Juan y Cordera. Delegó sus poderes en un Consejo presidido por su hermano Diego y compuesto por el Padre Buil, Pedro Hernández Coronel (nacido ca. 1470), Alonso Sánchez de Carvajal y Navarrete,  y Juan de Luxán (Juan de Luján). Al día siguiente echó el ancla en La Navidad e intentó contactar con el cacique local, Guacamari, pero, después de esperarle dos días en vano, siguió su camino. Quería explorar Cuba. El martes 29 de abril divisaron el extremo oriental de la isla, el cabo Bayatiquiri (Bayaquitiri para los indígenas; hoy, Maisí), que en el primer viaje había llamado Alfa y Omega. Llevaba entonces Colón a bordo a un indio por él cristianizado, al que había puesto el nombre de Diego Colón, como su hermano más joven. Este indio, natural de Guanahani, conocía bien las Antillas, y, en el curso de este viaje de exploración, aseguróle a Colón que Jamaica era una isla digna de ser visitada, además de ser abundante en oro. El 13 de mayo de 1494 Colón descubrió Jamaica. Después de navegar durante cinco días por su costa, Colón dirigióse de nuevo hacia Cuba. Fue entonces cuando se encontró con un laberinto de islas al sur de Cuba al que llamó Jardín de la Reina. Inesperadamente, en vez de haber circunvalado la isla de Cuba por completo, Colón decidió volver atrás y poner rumbo hacia Isabela el 13 de junio de 1494. La razón principal de esta desafortunada decisión, ya que de lo contrario podría haberse aproximado a Yucatán, estaba en su ánimo: para él Cuba era la tierra firme que ansiaba tanto. Una vez cerciorado interiormente de esto, aunque equivocado sin él saberlo, continuó navegando a su placer. Estuvo en la Isla de los Pinos (Isla de la Juventud, al SO de Cuba), dio la vuelta a la costa sur de Jamaica, envió nueve hombres para que diesen cuenta de su flotilla en Isabela, y continuó navegando sin rumbo fijo. Dirigiéndose a la isla de Puerto Rico descubrió una pequeña isla llamada Amona por los indígenas y La Mona por los españoles, situada entre La Española y Puerto Rico. Fue en este momento cuando se vio invadido por una enfermedad misteriosa que lo dejó casi muerto. La flotilla, privada del mando del Almirante, puso rumbo hacia Isabela, donde llegó el 29 de septiembre de 1494, después de cinco meses y cinco días de ausencia.

Colón hubo de guardar cama durante cinco meses. Isabela estaba en plena descomposición moral. Por fortuna su enérgico hermano Bartolomé estaba ya en la colonia. Colón cometió el error de nombrarle Adelantado, usurpando así funciones propias de los Reyes.

En circunstancias que no están claras, Mosén Pedro Margarite, alcaide de la guarnición de Santo Tomás, acompañado del Padre Buil, decidió volver a España en las carabelas que había traído Bartolomé Colón.

Por su parte, Antonio de Torres regresó a Isabela de su viaje a España en septiembre u octubre de 1494, llevándole a Colón una carta de sus Altezas. En ella proponían que se estableciese un servicio regular constituido por una carabela al mes en cada sentido. También le informaban del Tratado de Tordesillas, firmado con Portugal el 7 de junio de ese año, por el que se fijaba la frontera de los descubrimientos de ambas Coronas en una línea trazada a trescientas cincuenta leguas al oeste de Cabo Verde. El territorio al oeste de esa línea sería de Castilla y al este de Portugal.

*El 24 de marzo de 1495 Colón, junto con su hermano Bartolomé, iniciaron una guerra contra los indígenas de La Española que duró diez meses y que acabó con la captura del cacique local Caonabó.

En octubre de 1495 llegó a Isabela en cuatro barcos el repostero del rey, Juan de Aguado, para informar a los Reyes de lo que ocurría en La Española. Un huracán destrozó estos barcos, ordenando Colón que se construyesen dos carabelas para regresar él a España. Antes de embarcarse, nombró Gobernador a su hermano Bartolomé y como segundo de éste al hermano pequeño, Diego. Como encargado de la administración de justicia dejó a un criado suyo, Francisco Roldán, un grave error.

El jueves 10 de marzo de 1496 salió Colón de Isabela en dirección a España. Él iba en una carabela y Juan de Aguado en otra. Pero como siempre, Colón no se dirigió directamente hacia España, sino que se entretuvo explorando las Antillas. El 9 de abril aún estaban en Marigalante y el 10 en Guadalupe. El 20 de abril comenzaron la verdadera travesía, que no fue afortunada. Colón siguió el paralelo 22º, si saber todavía que la zona de vientos favorables en dirección al este se hallaba por encima del paralelo 30º. Después de 52 días de viaje, llegó Colón a Cádiz el 11 de junio de 1496.

 

*Una vez que los Reyes lo hubieron confirmado en sus privilegios, venciendo así el Almirante a sus críticos en la Corte, dedicóse a preparar su tercer viaje.

 

*Mientras el Almirante preparaba su tercer viaje en tierras de Castilla, su hermano Bartolomé seguía con su incansable actividad. Al sur de La Española fundó la ciudad de Santo Domingo, la más antigua del continente americano. Después de dejar en ella una guarnición, marchóse hacia el territorio de Xaraguá, en donde mandaba el cacique Behechio y residía la hermana de éste, la hermosa Anacaona, viuda del cacique Caonabó, víctima del Almirante, aunque no guardaba rencor a los españoles. Después de esta expedición, retornó Don Bartolomé a Santo Domingo, que se encontraba invadida por la sífilis. A fin de remediar el hambre y la enfermedad, el Adelantado decidió dispersar a los españoles, cosa que no agradó a los indígenas, dirigidos por un valiente cacique llamado Guarionex. Gracias a la ayuda de un indio, pudo Don Bartolomé disponer de preciosa información con la que derrotó a Guarionex. Dirigióse después a Xaraguá, a fin de conseguir alimentos para los asentamientos de Isabela, Santo Domingo y La Concepción. Consiguió lo que quería y despidióse de sus huéspedes, el jefe Behechio y su hermana Anacaona. Pero de pronto, en 1497,  presentóse una rebelión contra los hermanos Colón acaudillada por el arriba mencionado Francisco Roldán Jiménez (Moguer, 1462 – en el mar, 1502), criado del Virrey que había quedado de Alcaide de Isabela. Le apoyaban en particular, entre los principales de la colonia, Diego de Escobar, Pero de Valdivieso y Adrián de Múxica (Adrián de Mújica). Una gran ayuda para Don Bartolomé fue la llegada a Isabela de dos carabelas procedentes de España, mandadas por Pero Hernández Coronel, en las que venía la carta de los Reyes nombrándole Adelantado de las Indias. Coronel parlamentó con los rebeldes, pero fracasó. Los rebeldes retiráronse a Xaraguá. El Adelantado encontróse con otro problema, un segundo alzamiento de los indios cuyo origen no está claro. El rebelde Guarionex habíase refugiado en la región montañosa de Ciguay, dominio del cacique Mayobanex. El rebelde, asediado por el hambre, terminó por rendirse. Aunque el Adelantado liberó a algunos importantes prisioneros indígenas posteriormente, retuvo, sin embargo, a Mayobanex.

 

*Mientras ocurría todo esto, el Almirante trataba de reunir fondos en Castilla para su tercer viaje. El miércoles 30 de mayo de 1498 zarpó el Almirante de Sanlúcar de Barrameda con seis naos y doscientos hombres, sin contar los marineros. Llegó a la isla de Porto Santo (en el archipiélago de Madeira) el jueves 7 de junio. El domingo siguiente ya estaba en la isla de Madeira. El sábado 16 de junio zarpó para La Gomera, a donde llegó el martes 19 de junio. Entonces decidió dividir en dos la expedición. Tres de sus barcos se dirigirían directamente a Santo Domingo, capitaneados por Alonso Sánchez de Carbajal o Carvajal, uno de sus compañeros en La Española; Pedro de Arana, hermano de Beatriz Enríquez, y Juan Antonio Colombo, su primo. Por su parte, Colón zarpó de La Gomera con una nao y dos carabelas el 21 de junio de 1498, tomando la dirección de las islas de Cabo Verde. En una de las islas de este archipiélago, llamada Buenavista, demoróse algún tiempo. Cuando salió de Cabo Verde decidió tomar dirección SO. Si hubiese permanecido fiel a este rumbo no sólo habría llegado antes a tocar tierra, sino que habría desembocado en tierra firme, en concreto en el delta del Amazonas. Pero cada vez fue desviándose más de este rumbo, en dirección al norte, de tal modo que el 28 o el 29 de julio encontróse con la isla a la que llamó Trinidad, en honor de la Santísima Trinidad. Si no hubiese sido por esta isla, dado que navegaba paralelo a la costa, se hubiese internado muy adentro en el mar de las Antillas sin ver tierra firme durante muchos días. Fue, por tanto, a finales de mes cuando, faltándole agua, dio orden de dirigirse a Dominica, pero hacia mediodía un tal Alonso Pérez divisó la que se llamaría Trinidad. Continuó navegando en torno a Trinidad, de tal manera que acabó entrando por la boca norte, conocida como Boca del Dragón, en el Golfo de Paria, un mar casi cerrado que se extiende entre Trinidad y la costa de Venezuela. La parte de esta costa situada al NO, que era tierra firme, creyó de nuevo Colón que se trataba de otra isla, y por eso la bautizó como Isla Santa (más tarde llamóse Isla de Gracia, y corresponde a la zona donde en la actualidad se halla la ciudad venezolana de Macuro). Pudo haber desembarcado en tierra firme y no lo hizo; no lo hizo por reafirmarse en su creencia de que la tierra firme era Juana (Cuba).

Estando en el Golfo de Paria diose cuenta que entraba en él una gigantesca cantidad de agua dulce, hasta tal punto que el agua salada retrocedía unas cuarenta leguas. Las exactas observaciones de Colón concitaron posteriormente la admiración de Alexander von Humboldt. Pero la imaginación del Almirante le hizo creer que se hallaba ante el Paraíso Terrenal. En éste se halla, según las creencias medievales, una poderosa fuente de la que surgen los cuatro grandes ríos: el Tigris, el Éufrates, el Nilo y el Ganges. No andaba equivocado Colón al sospechar que tal cantidad de agua dulce sólo podía proceder de un río muy caudaloso, y, por tanto, muy largo, es decir, muy metido hacia dentro en la tierra. En efecto, este río era el Orinoco. Pero su lectura literal de las Sagradas Escrituras le impidió deducir por completo que estaba junto a tierra firme. Llega a escribir: «… y si de allí del Paraíso no sale [ese gran río], parece aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan hondo». La observación empírica, correcta, estuvo reñida aquí con la tradición bíblica. Lo más increíble es que llegó a vislumbrar la inmensidad de la tierra que tenía delante, adivinando la existencia de la América del Sur, pero su fe en lo que dice el profeta Esdras le impidió extraer la conclusión adecuada definitiva. No obstante, Humboldt se maravilla de sus observaciones; por ejemplo que descubriese el movimiento de las aguas marinas de este a oeste, aguas que corroían la tierra en el borde occidental de la cuenca atlántica, con lo cual se explica la abundancia de islas en aquella costa. Creía que navegando hacia el sur, hacia el Austro, ascendía en altura hacia el cielo, mientras que navegando hacia el norte, descendía. Decidió bajar la cuesta del Paraíso, y, de este modo, bajando y bajando, llegó a La Española, a Santo Domingo, el 31 de agosto de 1498.

En La Española la situación era complicada, como consecuencia de la rebelión de Francisco Roldán, los abusos del Adelantado y la insatisfacción general. En Xaraguá los rebeldes habían creado una especie de reino independiente. Fue entre ellos donde nació la institución que con el tiempo denominóse encomienda, aunque su primer nombre fue repartimiento: la distribución de los indios entre los pobladores españoles como una transacción o término medio entre la oposición de los Reyes a la esclavitud y la voluntad decidida de los pobladores a ser servidos por los indios. Ante la incapacidad de Colón y de sus hermanos en sofocar la rebelión, el mismo Almirante, que habíase rendido y humillado ante Roldán y sus secuaces, escribió a los Reyes para que enviasen a un letrado que administrase justicia en La Española. El 18 de octubre de 1498, Colón envió a España cinco barcos con mezcla de buenas y malas noticias. Algunos meses después, el 20 de mayo de 1499, Alonso de Hojeda partió de Sevilla en dirección a La Española. Iba a bordo Américo Vespucci, empleado florentino de la casa comercial de Juanoto Berardi, establecida en la gran ciudad andaluza. Esta flota, que se entretuvo por la costa marcada en el mapa de Colón, llegó a La Española el 5 de septiembre de 1499, fondeando en la bahía de Yáquimo (actual Jacmel, al SO de la isla, en la República de Haití). La noticia de la llegada de Hojeda inquietó a Colón, quien envió a Francisco Roldán con dos carabelas, que llegaron cerca de los barcos de Hojeda el 29 de septiembre. Hojeda logró deshacerse de Roldán y, en vez de dirigirse a Santo Domingo, puso rumbo a Xaraguá (Jaraguá) en febrero de 1500, distrito que era entonces el centro de la facción contraria a Colón. En este año de 1500, los tres hermanos Colón, ya seguros de Francisco Roldán, decidiéronse a reducir la colonia española a la obediencia por medio de un terror tan desmoralizador como lo había sido su anterior flaqueza. Cuando los cinco barcos enviados por Colón en octubre de 1498 llegaron ese mismo otoño a Sevilla, el crédito del Almirante sufrió un nuevo y duro golpe ante los Reyes. Colón mandaba una carta a sus Altezas que no dejaba duda de que pretendía iniciar un tráfico de esclavos, bajo el pretexto de presentarlo como botín de guerra. Los Reyes dejaron inequívoca constancia, mientras vivieron, tanto Isabel como Fernando, que estaban completamente en contra de la esclavitud de los indios. Éstos eran súbditos de la Corona, y, como tales debían ser tratados, de igual modo que el resto de los súbditos españoles. Desde el testamento de Doña Isabel hasta la carta que Don Fernando escribió el 23 de febrero de 1512 a Diego Colón, el hijo del Almirante, la posición humanitaria de los Reyes Católicos no ofrece duda alguna respecto de los indios. Los Reyes fueron convenciéndose de que había que adoptar decisiones graves. Lo primero que hicieron fue nombrar, en octubre de 1498, a Francisco de Bobadilla, caballero de la Orden Militar de Calatrava, como administrador de justicia en las Indias. Al principio sus poderes se limitaban a investigar la rebelión desencadenada contra el Almirante, requiriéndose a Colón que prestase toda la ayuda necesaria en la investigación (provisión de 21 de marzo de 1499). Pero dos meses después, el 21 de mayo, los Reyes nombran a Bobadilla Gobernador y Juez de las Indias. No obstante, los propios Reyes dilataron el proceso, pues era evidente que apreciaban sinceramente a Colón y estaban muy agradecidos con sus inauditos descubrimientos. En esta situación, y encontrándose sus Altezas en Sevilla, quiso la suerte que llegasen dos carabelas en las que venían Miguel Ballester y García Barrantes como emisarios de Colón, pero ambas naves ofrecieron un deplorable espectáculo: indianos ostentosos con un séquito de indios esclavizados, indias embarazadas con sus hijitos, esclavos puestos a la venta después de una cruel travesía. Para empeorar la situación, comenzaron a circular rumores de que Colón pretendía traicionar a Castilla a favor de Génova. Esta gravísima deslealtad no ha podido demostrarse nunca, y, aunque factible, los documentos existentes, sobre todo algunas cartas de Colón, hablan en contra de tal muestra de deslealtad para con los Reyes.

 

*Francisco de Bobadilla, Comendador de sus Altezas, llegó a Santo Domingo el domingo 23 de agosto de 1500. Primero Diego Colón y después los otros dos hermanos, resistiéronse los Colones a las órdenes del nuevo Gobernador de La Española. Finalmente, Bobadilla mandó apresar al Almirante y a Don Diego, ordenando que Don Cristóbal escribiese a Don Bartolomé para que regresase a Santo Domingo desde Xaraguá. Cuando volvió, también lo detuvo. En octubre de 1500 salieron los tres hermanos de Santo Domingo con destino a España. El Almirante no consintió que le quitasen los grillos, como sabemos por la persona encargada de su custodia durante el viaje, Alonso de Vallejo, que también custodiaba el voluminoso archivo en que Francisco de Bobadilla, que se había quedado de Gobernador de La Española, demostraba la culpabilidad del descubridor. Tanto Alonso de Vallejo, emparentado con el obispo Don Juan de Fonseca, como el maestre de la carabela La Gorda en que iba el Almirante, Andrés Martín, trataron con gran deferencia y respeto a los prisioneros, haciendo todo lo posible para que gozasen a bordo de la mayor libertad. Hacia finales de noviembre llegaron a Cádiz. Los tres hermanos Colón se presentaron ante los Reyes en Granada el 17 de diciembre de 1500. Los documentos contemporáneos certifican que el Cardenal Cisneros contribuyó decisivamente en la caída en desgracia de Colón. Pero nadie puede acusar al gran hombre de Estado de arbitrariedad ni ánimo de venganza. La destitución del Almirante como Gobernador General tomóse por parte de los Monarcas por el evidente fracaso de Colón en su gobierno de La Española. La caída de Colón, concluye Madariaga, no fue un acto de maquiavelismo regio, de ingratitud o de intriga; fue decisión impuesta por una prudencia elemental frente al evidente fracaso de los tres Colones en su gobierno de las Indias. Inmediatamente después de pisar tierra española, los Reyes devolverían al Almirante sus honores y privilegios, pero no le permitieron que volviese a gobernar las Indias, e incluso le prohibieron que volviese a poner el pie en La Española.  

 

*Colón mostróse muy pronto intranquilo ante las autorizaciones concedidas por los Reyes para efectuar descubrimientos en la región que él creía le pertenecía por derecho propio. En 1499 fueron autorizados Pero Alonso Niño y Cristóbal Guerra. En junio de 1499, Rodrigo de Bastidas. En julio y agosto de 1499 se hacen capitulaciones con Alonso Vélez de Mendoza. El 28 de julio de 1500 y el 8 de junio de 1501 recibe sendas cartas blancas Alonso de Hojeda para traer varios quintales de brasil (brasil = maderas o piedras preciosas). También empezaron los extranjeros a interesarse por las Indias, especialmente los ingleses durante el reinado de Enrique VII, teniendo el Rey Católico que tomar cartas en el asunto de manera maquiavélica y enérgica.

El Comendador Francisco de Bobadilla cometió el error, al poco de llegar a La Española, de conceder a los pobladores el derecho de recoger oro durante veinte años sin permiso especial de la Corona ni pago de derechos. Este y otros errores determinaron a los Monarcas a sustituirlo como Gobernador por Nicolás de Ovando, Caballero de la Orden de Alcántara. Nicolás de Ovando fue nombrado Gobernador el 3 de septiembre de 1501, y llevóse a las Indias como Alcalde Mayor a un caballero de Salamanca y licenciado llamado Alonso Maldonado. Zarpó Ovando de Sanlúcar de Barrameda el 13 de febrero de 1502, con una flota de 32 navíos, con 2500 hombres y 20 frailes franciscanos. Antonio de Torres iba de Capitán General. Los Reyes dieron a Ovando órdenes de devolver a Colón y a sus hermanos los bienes confiscados por Francisco de Bobadilla. En abril de 1502 llegó Ovando a La Española.

En octubre de 1501, sintiéndose de nuevo fuerte en la Corte, desplazóse Colón a Sevilla para preparar su cuarto viaje. El consentimiento de los Reyes para que lo efectuase estuvo en gran medida determinado por la nueva noticia dada por Colón de que pretendía buscar un estrecho para pasar a través de las tierras descubiertas a otros mares, una propuesta que suponía adelantarse a lo que después emprendería Magallanes. En Sevilla compró Colón cuatro barcos, de entre cuarenta y cinco a sesenta y tres toneladas cada uno, y contrató ciento cuarenta hombres, unas cifras curiosamente parecidas a las del primer viaje, circunstancia que permite sospechar a Madariaga que el tonelaje y número de hombres del primer viaje no se debieron a falta de recursos económicos, sino a la conveniencia que estimó el Almirante como idónea para la travesía. Llevóse consigo a su hermano Don Bartolomé y a su hijo Fernando, que no tenía más que trece años. Su primogénito Don Diego, entonces de veintiún años, quedóse en la Corte para atender este frente, siempre peligroso para su padre. Sólo le estaba permitido detenerse por poco tiempo en La Española en el viaje de vuelta. También le ordenan los Reyes que trate bien a las personas a su servicio, así como que «no habéis de traer esclavos».

Para este su cuarto y último viaje a las Indias, el Almirante zarpó de Cádiz el 9 de mayo de 1502. El 20 llegó a las Canarias y el 25 zarpó de nuevo en dirección a las Indias. Tomó el rumbo SO, con viento tan favorable y travesía tan feliz que el 15 de junio llegó a la isla de Martinica, descubierta por primera vez (Mantinino = Matininó = Martinica), y situada al sur de Dominica, descubierta durante el segundo viaje. Contraviniendo las órdenes de sus Altezas, intentó fondear en Santo Domingo, bajo el pretexto de tener estropeado uno de los barcos, pero Nicolás de Ovando, el Gobernador de La Española, no se lo permitió. Colón continuó su camino hasta Puerto Hermoso, 16 leguas al oeste de Santo Domingo, donde refugióse de una terrible tempestad.

Dos meses después de haber llegado Ovando a La Española, en estos mismos barcos que lo habían traído, zarparon rumbo a España los principales enemigos del Almirante, en particular Francisco de Bobadilla, el Gobernador que lo sustituyó e hizo prisionero, y el rebelde Francisco Roldán. También iban Antonio de Torres y el cacique Guarionex, cargado de cadenas. Los barcos transportaban más de cien mil castellanos de oro para la Corona. El furioso océano destrozó a veinte de los navíos, pereciendo todos los enemigos de Colón, engullidos por el mar junto con el oro. Esto ocurría en el segundo semestre de 1502.

Colón continuó su viaje, y, después de dramáticas vicisitudes, recaló en la isla de Jamaica, donde, en julio de 1503 (está fechada el día 7), escribió una carta a los Reyes que, además de relatar en páginas magníficas los pormenores del cuarto viaje, constituye un documento excepcional para conocer la psicología del gran descubridor. Salvador de Madariaga la reproduce íntegra en el capítulo XXX de su libro. Por ella puede comprobarse cómo Colón hubo de enfrentarse a durísimas adversidades por parte de los elementos, ya que los vientos, las olas, las tempestades y los huracanes dificultaron extraordinariamente sus movimientos. Asimismo, cómo buscó desesperadamente un paso a través de lo que hoy es Panamá, sin encontrarlo. Fue aquí donde por primera vez exploró el territorio de Veragua, en la zona occidental de Panamá. Estando inmovilizado en Jamaica, concibió el temerario plan de enviar una canoa con un mensajero hasta La Española, a fin de que le mandasen un barco para poder retornar, pues los suyos estaban inutilizados. La persona elegida fue Diego Méndez de Segura, escribano mayor de la flota de su cuarto viaje, hombre de su máxima confianza, que al punto se dispuso a emprender la arriesgada travesía, en la que estuvo acompañado por un genovés, Bartolomé Fieschi, llamado Flisco por los españoles, así como por unos pocos indios. Este viaje constituye una verdadera proeza en los anales de las travesías marítimas. Después de cuatro días de peligrosísimo viaje llegaron al alba a la diminuta isla de Navasa (Navassa), a ocho leguas del extremo occidental de La Española, entre ésta y Jamaica. A la mañana siguiente tomaron tierra en el Cabo San Miguel, la punta occidental de La Española. Después de descansar dos días y contratar algunos indios, continuó Méndez su camino bordeando la costa en su canoa. En Azúa, al sur de La Española, le dijeron que Nicolás de Ovando estaba en Xaraguá, a doscientas millas de distancia, que muy posiblemente hiciese a pie. Debido a su inseguridad, Ovando hizo esperar a Diego Méndez todo el verano y todo el otoño de 1503, sin permitirle seguir camino a Santo Domingo hasta la primavera. A finales de mayo de 1504, el fiel Méndez consiguió comprar un barco lleno de víveres para mandárselo al Almirante, y, ya cumplida su misión primera, se hizo a la vela para España, según instrucciones de Colón, llevando a los Reyes la famosa y elocuente carta que acabase el 7 de julio de 1503.

Pasaban las semanas y los meses y Colón seguía inmovilizado en Jamaica. El descontento aumentaba. El 2 de enero de 1504, Francisco de Porras, capitán de una de las naos, encabezó una rebelión, que fracasó por completo al no poder repetir, las dos veces que lo intentaron él y sus secuaces, la hazaña de Diego Méndez. Cabizbajos hubieron de retornar a Jamaica. Pero este conato desacreditó un tanto a Colón ante los indígenas de la isla que hasta entonces le suministraban víveres a cambio de fruslerías. Cuando la situación se hizo un tanto desesperada, recurrió el Almirante a una astuta estratagema, prediciendo con exactitud un eclipse total de luna para el 29 de febrero de 1504, año bisiesto, gracias a un calendario de Johann Müller (conocido por Regiomontanus, astrónomo y matemático alemán, 1436 – 1476) que llevaba en su barco. Esta predicción lo salvó momentáneamente de los indígenas. En mayo de 1504 divisaron una carabela mandada por Diego de Escobar, secuaz que había sido del rebelde Francisco Roldán, enviado expresamente por Ovando a Jamaica por saber que no se llevaba bien con Colón. Los víveres que trajo Escobar fueron pocos, aunque aseguróles a los retenidos que Diego Méndez había llegado a La Española y que tarde o temprano vendría un barco a socorrerlos. Colón aprovechó la ocasión para que Escobar entregase una carta cortés a Ovando. Cuando la carabela desapareció, activóse la rebelión de Francisco de Porras, neutralizada por Don Bartolomé el domingo 20 de mayo de 1504. Al día siguiente, Francisco de Porras fue encadenado. El ansiado socorro llegó muy poco después; eran dos barcos mandados por Diego de Salcedo. La forzada estancia en Jamaica finalizó el 28 de junio de 1504. El Almirante, en compañía de su hermano Bartolomé y de su hijo Fernando dirigióse a La Española, tardando tres semanas en llegar hasta la isla de Beata, al SE de Yáquimo (Jacmel), junto al Cabo Beata de La Española. El 3 de agosto escribió Colón otra nueva carta a Ovando. Los vientos contrarios volvieron a retenerlo, hasta el día 13 de agosto en que llegó a Santo Domingo, la ciudad que su hermano Bartolomé había fundado en 1496. El 12 de septiembre de 1504 se hizo a la vela el Almirante, con rumbo a España. Nunca más vería el Nuevo Mundo. El 7 de noviembre desembarcó en Sanlúcar de Barrameda.

 

A los pocos días llegó a Sevilla. Escribió varias cartas a su hijo Diego, para que intercediera por él ante los Reyes por varios asuntos. El 26 de noviembre falleció la Reina Doña Isabel. De Sevilla, ya enfermo, pasó Colón a Segovia, después a Salamanca y finalmente a Valladolid. Seguía obsesionado por recuperar su situación de dueño de facto de las Indias. El Rey, con verdadero sentido común y del Estado, se mantuvo firme en no concederle tal cosa. Colón era Almirante, Virrey y Gobernador General de las Indias por contrato; sus herederos eran Almirantes por contrato, pero Virreyes y Gobernadores sólo por privilegio. El Rey no regateaba a Colón sus derechos (económicos) sobre las Indias, pero estaba resuelto a retener aquellos privilegios que consideraba peligrosos para el Estado. Mucha paciencia y magnanimidad mostró Don Fernando con el petulante e insolente Don Diego, hijo del descubridor. El tiempo demostró muy pronto que el Rey llevaba razón, pues el nieto del Almirante, Don Luis Colón, resultó indigno de gobernar las Indias. La actitud del Rey para con el descubridor y con su hijo resplandece por su prudente equilibrio entre los intereses del Estado y su sincero deseo de mostrarse generoso para con Cristóbal Colón dentro de la zona de libertad que su propia responsabilidad regia le definía.

La enfermedad del Almirante fue agravándose. El 19 de mayo de 1506 dictó su testamento ante el escribano Pedro de Hinojedo y Bartolomé Fieschi (o Flisco). Al día siguiente, jueves 20 de mayo de 1506, festividad de la Ascensión, falleció en Valladolid el Almirante de la Mar Océana, el Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón. Su memoria vivirá para siempre.