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La permanencia del ser Grabado. Eduardo Chillida. Signos. Gacma. Málaga. C/ Fidias, 48-50. Hasta el 17 de enero de 2007.
Toda la obra de
Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924 – 2002), sorprendentemente desde sus
mismos inicios, podría interpretarse como un diálogo íntimo con el pensamiento
presocrático, especialmente con Parménides y Heráclito. El hecho de que esto se
haya
Por otro lado, toda la obra de Chillida está marcada por señales que han guiado su itinerario vital, esto es, huellas dejadas por otros, llámense San Juan de la Cruz, Juan Sebastián Bach, Martin Heidegger o Yves Bonnefoy. El escultor vasco ha sabido expresar como nadie la esencia espiritual de esos autores. Bastaría referirse a las «gravitaciones» en las que recrea la insondable poesía de Juan de Yepes, probablemente la cima de la poesía de todos los tiempos. Esas «gravitaciones» las hacía Chillida recortando papel, con manchas de tinta y suspendiendo la obra de unos hilos, pero de tal modo que a la ingravidez etérea se unía algo tan difícil como era incluir el mismo aire en las composiciones. Lo mismo podríamos decir de su excelsa obra gráfica, como la selección de quince piezas realizadas entre 1969 y 1997 que ahora se presenta en Gacma, y que abarcan la litografía, aguafuerte, aguatinta y serigrafía. Siempre esos signos que unas veces encierran un espacio y otras dejan una abertura al mundo, signos en los que laten las entrañas de la tierra, la desocupación del vacío, la relación con lo primordial. Porque eso es Chillida en el fondo, un escultor, un artista inmenso que supo escuchar la llamada de lo primigenio, el logos, la palabra. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de diciembre de 2006
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