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El gesto congelado Grabado. José Manuel Broto. Museo del Grabado Español Contemporáneo. C/ Hospital Bazán, s/n. Marbella. Hasta el 20 de julio de 2002. Esta muestra de obra gráfica
de José Manuel Broto (Zaragoza, 1949), uno de los más conspicuos
representantes de la eclosión que conoció la pintura española hacia mediados
de los setenta, pone inmediatamente de manifiesto dos aspectos fundamentales del
quehacer del artista en ese campo: la indiscutible importancia del grabado en el
conjunto de su producción, que, desde el punto de vista estilístico, discurre
casi siempre de manera paralela al trabajo más difundido de su obra pictórica,
y la extraordinaria calidad técnica de las estampaciones, en las que se
advierte tanto un consumado dominio del oficio por parte del creador como por
parte de los maestros grabadores, entre los que sobresalen Caus, Jorge Marsá,
Perico Simón y Michael Woolworth. De
los ochenta se ha seleccionado una espléndida litografía reveladora del
intenso expresionismo cromático y del incipiente simbolismo que a comienzos de
ese decenio bebía en las inagotables fuentes de las viejas culturas del
Mediterráneo oriental, así como otras tres litografías en color que ahondan
en ese nebuloso mundo donde la historia se funde con la mitología y que, quizás
por ello mismo, desprenden una melancólica exhalación de romanticismo
crepuscular. Los noventa se abren con las aguatintas de la serie Vestigia
Vitae, donde signos misteriosos y manchas informes ocupando una posición
central se superponen a un fondo abierto y espacioso poblado de anchos puntos
negros o amarillos; continúan con la serie Gesualdo, que desarrolla los
temas tratados en la serie anterior, aunque subrayando los efectos atmosféricos
e incluso telúricos, que ofrecen sutiles ecos de la pintura y de la estampación
japonesas, y alcanzan su cenit en las magníficas litografías editadas y
estampadas por el taller parisino de Michael Woolworth entre los años
1993-1995, en las que a unos refinadísimos fondos llenos de alusiones
submarinas, atmosféricas y telúricas, con rítmicas transiciones de color en
las que no faltan las elegantes referencias a Rothko, se superponen unos
misteriosos cuerpos geométricos de gruesos contornos, probable insinuación de
un orden cósmico secreto o del indisoluble vínculo entre el arte y la ciencia. Poco antes de terminar el decenio, en 1998, inicia Broto un giro radical del lenguaje plástico y expresivo empleado hasta ahora en su obra gráfica, que se va a distinguir por una mayor aceptación de la herencia pop, perceptible sobre todo en el carácter plano, en la saturación y en la gama de color, si bien convive con un claro dominio de lo gestual e incluso de lo geométrico, que se plasma principalmente en el riguroso esquema organizativo de las composiciones, en realidad consumados ejemplos de una personal asimilación de diferentes códigos lingüísticos. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 8 de julio de 2002
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