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La disolución estructural de la mancha pictórica Pintura. Juan Manuel Brazam. Casa Fuerte de Bezmiliana. Rincón de la Victoria (Málaga). Hasta el 29 de junio de 2008.
Juan
Manuel Brazam (Alhama de Granada, 1942) ha demostrado sobradamente desde hace
mucho tiempo, desde aquel lejano comienzo de su primera exposición individual en
1958, que es un pintor culto, refinado, que conoce muy bien los procedimientos
No es extraño, teniendo en cuenta lo anterior, que Brazam sienta una predilección especial por el Quattrocento italiano, y de manera muy particular por ese gran artista que fue Piero della Francesca. A Brazam no le interesa tanto esa rotundidad volumétrica de las figuras de Piero que probablemente fuese influida por Masaccio, entre otras razones porque la obra de Brazam es decididamente abstracta, sino las delicadas tonalidades que sumergen los cuadros del pintor de Borgo San Sepolcro en una luz natural fría y clara. En toda la serie de Brazam dedicada como homenaje a Piero late esa frialdad clara del Bautismo de Cristo que se conserva en Londres. Pero, además, está también el orden y la claridad estructural compositiva, que Brazam vuelve a recoger de Piero, dejando que las manchas se organicen con regularidad y orden matemáticos. La geometría oculta de los cuadros de Piero, que ya vieran Kenneth Clark y Charles Bouleau, palpita en los cuadros de Brazam, que tampoco descuida esa obsesión por la simetría de los test del psicoanalista Hermann Rorschach. Por último señalar que otro de los lienzos más bellos está dedicado al célebre Cristo de San Plácido de Velázquez: la tierra ocre roja con diminutas manchas salpicadas de color violeta, podría ser una sugerente metáfora de la áspera tierra castellana en el declinar de la España imperial.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 27 de junio de 2008
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