|
Manuel Barbadillo: una obra en permanente evolución ENRIQUE CASTAÑOS ALÉS La
exposición de obra reciente de Manuel Barbadillo (Cazalla de la Sierra,
Sevilla, 1929) en la galería Javier Marín pone en primer lugar de manifiesto
la lenta pero constante evolución de su pintura, que desde la primera aparición
de módulos en 1964 no ha dejado de cambiar y experimentar modificaciones hasta
la actualidad. Para
comprender los últimos cambios, convendría recordar que la pintura modular de
Barbadillo atraviesa por cuatro grandes fases, determinadas por el número de módulos
empleados y caracterizadas básicamente por el sentido del ritmo y del
movimiento, siendo asimismo el lenguaje binario de la forma, esto es, la
dualidad entre el blanco y el negro, consustancial a todas ellas. La primera
fase, de 1964 a 1968, está constituida por cuadros realizados con un solo módulo
en forma de cuernecillo o de U que a su vez se originó a partir de dos formas básicas,
un cuadrado y un cuarto de círculo. La segunda fase, de 1968 a 1979, está
integrada por cuadros hechos con cuatro módulos, esto es, el primeramente usado
más otros tres construidos a partir de las mismas dos formas básicas aludidas.
Entre 1979 y 1984, años que corresponden a la tercera etapa, los módulos
usados hasta entonces se descomponen en las formas simples en que estaban
constituidos, convirtiéndose así en una fase bastante experimental. En 1984,
el descubrimiento, después de veinte años, de otras dos formas básicas, da
lugar a un nuevo sistema modular constituido por diez módulos, que es el que
sigue empleando todavía hoy. Los dos acontecimientos determinantes
que suceden en esos casi cuatro decenios de pintura modular son, en primer término,
la relación con el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid a partir de
la primavera de 1968, que dio lugar a la creación por Ernesto García Camarero
del Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas en diciembre del
mismo año y que supuso el primer contacto[i],
ininterrumpido hasta hoy, de la obra de Barbadillo con la computadora, una obra
que, curiosamente, había llegado por esas fechas a un grado de evolución
formal y a un tipo de estructuración que la convertía en óptima y
especialmente susceptible de un tratamiento informático. Precisamente el
aumento de uno a cuatro módulos que se produjo en su repertorio en 1968, se
debió a su relación con la calculadora electrónica y con el Seminario. El
segundo acontecimiento al que nos referíamos fue la aparición de los
ordenadores personales hacia 1979, que permitió a Barbadillo salir de la crisis
de creatividad y de la apatía en que se encontraba su obra desde principios de
los setenta. Desde el cambio de siglo, esto es,
desde los años 2000-2001, los cuadros realizados por Barbadillo, que son los
que se presentan en esta muestra por vez primera, han experimentado un
significativo cambio formal, aunque siguen perteneciendo al sistema de diez módulos.
Si los comparamos con los que había hecho desde 1984, observaremos las
siguientes novedades: la zona más exterior de los cuatro lados de la composición
es un área continua y uniforme pintada de negro o de blanco; el fondo de la
composición está tachonado de círculos negros o blancos: círculos blancos
sobre fondo negro y círculos negros sobre fondo blanco; destaca ahora en las
composiciones la existencia de una o dos grandes formas de fondo blanco que
tanto pueden presentar sus bordes rectos como con algunas curvas; los elementos
circulares que hay dentro de estas grandes formas blancas, como por ejemplo
puede verse en DA2Z y DA2Y, a diferencia de los círculos que
sirven de fondo, que son inertes, están animados y son dinámicos, dotados,
como si dijéramos, de vida y movimiento, lo que se debe tanto al círculo de
color opuesto que los rodea a modo de anillo, como a la relación entre su
estructura circular y los bordes redondeados de aquellas grandes formas
centrales. A partir de un programa estándar de dibujo y de retoque de fotografías, que Barbadillo ha modificado adaptándolo a sus necesidades, como por ejemplo proporcionándole la tabla de los diez módulos y sus variaciones (giros de 90º, cambios de color y de postura), el artista procede de manera más manual y con un método de trabajo más intuitivo que en años anteriores, cuando usaba un programa en que los cambios y las permutaciones eran automáticas. Ahora resulta fácil verlo seleccionando módulos de los que dispone a un lado del monitor y transportarlos con el ratón a la composición que tiene en el centro de la pantalla, dando él directamente las órdenes pertinentes para que giren, cambien de color o de postura, hasta que la composición alcance un estado estético satisfactorio, lo que no significa que pueda considerarse una obra definitiva que acabará siendo pintada en lienzo con acrílico, pero sí que será archivada, hasta ser posteriormente modificada, o bien eliminada, o finalmente, cosa que sólo ocurre en ciertos casos, trasladada a lienzo. Junto al ingrediente cibernético, fundamentado en la capacidad combinatoria de los módulos, en la capacidad de retroalimentación y en su consecuencia la autorregulación, la obra de Barbadillo, como vemos, conserva la cálida huella del deslizamiento de la mano con el pincel sobre la superficie de la tela, lo que conlleva una textura y unas maravillosas imperfecciones que sólo puede proporcionar la pintura. [i] El primer artista en el mundo que usó la computadora con una finalidad conscientemente estética fue el estadounidense Charles Csuri, en 1967, muy poco antes de la experiencia madrileña.
Texto de presentación de la muestra individual de Manuel Barbadillo en la galería Javier Marín de Málaga celebrada en junio de 2003 |