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Alteración irónico-sexual de la imagen Pintura y dibujo. Nono Bandera. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 23 de enero de 2005. La tercera exposición individual de Nono Bandera (Málaga, 1958) en su ciudad natal, de la que se marchó cuando todavía era muy joven, nos enfrenta a un cambio sustancial del método de trabajo empleado en sus obras anteriores, así como del contenido e incluso de la técnica. Hasta ahora el rasgo más distintivo de este artista anticonvencional y chocante, profesor en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, ha sido conformar sus diferentes exposiciones a partir de cuadros realizados por otros, pero no reproducciones, sino auténticos cuadros pintados al óleo por autores desconocidos y mediocres, generalmente las consabidas escenas de la caza del ciervo o paisajes bucólicos, que compraba en el Rastro madrileño o en otros lugares, es decir, lienzos de muy baja calidad o auténticamente kitsch, a los que posteriormente Nono alteraba, añadiendo alguna escena o figura, modificando o retocando ligeramente otra, pero casi siempre con una temática sexual, libidinosa. Era una manera, ciertamente original, de formular una crítica del gusto del gran público, de la desinformación y desconocimiento estéticos de nuestra época. En esta ocasión, el autor nos ofrece dos grandes trabajos complementarios entre sí. En el primero de ellos, que ocupa bastantes metros de una de las paredes de la sala, ha dispuesto grandes papeles unidos entre sí en los que se ven dibujados interiores acomodados burgueses de los años cincuenta y sesenta, a modo de enorme y extenso espacio ficticio. Estos interiores, que son gabinetes y salones de la clase media alta o de la alta burguesía de aquellos años en España, con paredes casi completamente forradas de lujosos muebles-librería que recuerdan las ilustraciones de algunas revistas de decoración del comienzo del despegue económico durante el franquismo, están a su vez decorados a intervalos por cuadros reales colgados en el muro, pero cuyos marcos presentan unas formas geométricas distorsionadas de tal modo, que, vistos desde una posición oblicua, simulan perfectamente una perspectiva irreal e ilusoria, creando en el visitante el efecto óptico de que se encuentra ante un espacio tridimensional. La novedad consiste ahora en que esos cuadros, de temática religiosa irreverente y provocadora, deliberadamente de mal gusto, han sido pintados por personas conocidas de Nono Bandera, siguiendo indicaciones suyas, mejor dicho, no tanto la técnica cuanto los temas elegidos. También hay fotos hechas por él mismo, de recuerdos o de historias cotidianas, de tal modo que si bien Nono Bandera continúa en el fondo haciendo la misma obra, una sola obra durante toda la vida, que ése y no otro es su propósito, ahora interviene en un espacio de otra época haciendo un simulacro irónico. La pared opuesta está ocupada por la enorme pieza que da nombre a la muestra, «La historia se confiesa», docenas de dibujos de mediano formato cuya temática son relevantes personajes históricos, conquistadores, reyes, políticos, filósofos, científicos. Lo que sorprende aquí es el nombre del autor de esos dibujos, Alfonso Muiños, un destacado pintor pontevedrés de los años treinta, tragado hoy por el olvido, del que Nono Bandera ha comprado numerosos dibujos suyos, de muy buena factura, y los ha alterado, manipulado, añadiéndole detalles, exagerando partes del cuerpo, casi siempre con esa especie de obsesión erótico-sexual, o, si se prefiere, de complicidad con los análisis del padre del psicoanálisis, que convierte la Historia en un escenario en el que entran en liza con más vigor que cualesquiera otras las pulsiones relacionadas con la libido y con la erótica del poder. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 10 de diciembre de 2004
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