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Mitologías de José Aguilera Retrospectiva de José Aguilera, un pintor culto y apasionado del mundo de los símbolos. Pintura y dibujo. José Aguilera. Sala Alameda. Málaga. C/ Alameda Principal, 19. Hasta el 15 de julio de 2001. Durante el decenio de los setenta, unos años de extraordinaria agitación política y de febril actividad cultural en múltiples parcelas, aunque evidentemente se contaba con unos presupuestos muchísimo más reducidos que los de hoy en día, el pintor Pepe Aguilera (Granada, 1938 – Málaga, 1998) terminó convirtiéndose, sin proponérselo expresamente, en uno de los personajes más característicos del ambiente cultural malagueño, cuya imagen más imborrable, guardada en la memoria de los que entonces eran jóvenes poetas, pintores y estudiantes universitarios, quizá sea su figura tras los cristales en la ya legendaria tertulia de por las noches en el café Madrid, de la que, entre otros, era asiduo el poeta Fernando Merlo, prematuramente desaparecido. Pepe Aguilera había
obtenido una primera formación en su Granada natal, en un taller de restauración
de esculturas en el que entró a trabajar a los doce años y de cuya experiencia
quedó siempre una visible huella en su obra en la admiración mostrada por la
imaginería y la escultura policromada, pero su verdadera educación artística
la adquirió a principios de los sesenta en Barcelona junto al pintor Carlos Buró,
quien le pone en contacto con un entorno más cosmopolita y mejor informado de
las propuestas de la neovanguardia internacional. Este período, que coincide
con su pertenencia al grupo Tarot, supone la lenta definición de un estilo Ahora, comisariada por el historiador de arte Isidoro Coloma, se le recuerda en esta amplia retrospectiva en la que se han reunido pinturas y dibujos desde 1966, cuando todavía estaba en plena época de aprendizaje. Aquí puede el espectador contemplar la singular mitología y fauna de Aguilera, compuesta de santos, de vírgenes, de inquisidores, de príncipes, de personajes y héroes mitológicos, de reptiles y de aves. De todos los períodos de su producción sobresale especialmente el comprendido entre finales de los setenta y principios de los ochenta, una época de plenitud y de excelsa madurez creativa en el quehacer de Aguilera, cuyo compendio quizá sean los Retratos de Bomarzo, serie inspirada en una de las novelas que más le deleitaban y de la que puede escogerse como perfecto epítome el exquisito Pier Francesco Orsini, de 1978, bajo cuya actitud pensativa y triste mirada se esconde un autorretrato del propio Aguilera, inmerso en una escenografía que nos habla de una época del espíritu y de la cultura definitivamente perdidas. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 9 de julio de 2001
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