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La edad de la inocencia Las fotografías de Carmen Aguado se distinguen por su cuidada elaboración técnica y personal simbolismo. Fotografía. Carmen Aguado. Centro Cultural Provincial. Málaga. C/ Ollerías, s/n. Hasta el 6 de abril de 2001. La
evolución estilística de la obra fotográfica de Carmen Aguado (La Coruña,
1964) desde 1990 descubre una temprana preocupación por ciertos rasgos
distintivos que se han mantenido hasta la actualidad: la cuidada elaboración técnica,
con alteraciones y manipulaciones significativas en el proceso de revelado; el
interés en el desnudo; la calculada incidencia de la luz sobre los objetos,
evitando el contraste brusco entre las zonas iluminadas y las que permanecen en
sombra; el uso de las dobles y triples exposiciones; la estudiada composición
de las imágenes, en numerosas ocasiones de un carácter marcadamente escenográfico,
y el premeditado simbolismo, expresado al principio con elementos y seres
naturales (frutos, hojas, animales) y enunciado ahora casi exclusivamente a través
de la espontánea relación entre los cuerpos. Desde
el punto de vista técnico, la serie de fotografías que expone ahora en Málaga
bajo el título de Calcinatio, enfatizan y perfeccionan los mencionados
objetivos estéticos. Dejando huellas precisas de la cámara empleada, una
Hasselblad, Carmen Aguado exhibe copias en papel de diapositivas de 6 x 6 que
han conservado su formato original y que han sufrido una alteración durante el
proceso de revelado, en concreto una manipulación y control manual de los El epígrafe de la muestra se refiere en primer lugar a una de las operaciones que presiden el trabajo del alquimista, la combustión o calcinación, que ha sido interpretada más que como una purificación como una disolución del sujeto en el ser universal, o también como la extinción de los deseos y reducción al estado primero de la materia, pero que aquí, por el tono rojizo predominante, alude indudablemente al fuego como uno de los cuatro elementos, lo que conlleva, asimismo, a referirse a un proceso de purificación que, de un lado, es un reencuentro con lo primordial, y, de otro lado, la recuperación de la inocencia perdida de la Edad de Oro, alcanzada mediante la evocación de los recuerdos de la infancia. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 26 de marzo de 2001
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