Rafael Agredano y la utopía industrial

Fotografía. Rafael Agredano.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 3 de marzo de 2007.

 

Miembro fundador del heterogéneo grupo de artistas que en el decenio de los ochenta se articuló en Sevilla en torno a la revista Figura, en la que él mismo colaboraba, teniendo por entonces a algunos creadores alemanes como Oehlen y Martin Kippenberger como principales referencias estéticas, Rafael Agredano (Córdoba, 1955), que durante mucho tiempo ha hecho del dibujo un recurso básico Rafael Agredano, de la serie "Escenas pastorales del sur galante", 2006. Fotografía. en el que sustentar el carácter ilustrativo de buena parte de su obra, y que, en cuanto a la temática se refiere, se ha distinguido por abrazar y comprometerse con causas perdidas o imposibles, tratadas con una mirada las más de las veces irónica, en esta ocasión de su primera individual en Málaga nos propone una serie fotográfica, técnica con la que lleva trabajando desde mediados de los noventa.

Rotulada Escenas pastorales del sur galante, un título que procede de un blues de Lewis Allan, publicado en 1937, e interpretado en 1940 por la mítica Billie Holiday, en la que fue una de las primeras canciones que condenó abiertamente el racismo en los Estados Unidos, la serie de Agredano, clamorosamente irónica ya desde su mismo epígrafe, consta de diversas fotografías nocturnas del polo químico de Huelva, una extensa zona altamente contaminada que, desde la época de la Hispania romana viene siendo sistemáticamente explotada, por su riqueza minera, y cuyo capítulo más controvertido ha sido la actuación desde 1873 de la poderosa compañía inglesa Riotinto Company Limited, asociada a la introducción del fútbol en España, generadora de riqueza y responsable de la creación de numerosos puestos de trabajo, pero también responsable de una contaminación incontrolada, así como de la represión, en connivencia perfecta con las autoridades españolas del tiempo de la Restauración, de los mineros huelguistas, por no hablar de las enfermedades contraídas por las familias humildes de la zona.

Como él mismo reconoce en un amplio texto explicativo en el catálogo de la muestra, Agredano no ha querido hacer propiamente arte político, pero no cabe duda que detrás de esas imágenes se esconde un espíritu de denuncia, o, si se quiere, de desilusión y fracaso ante el modo en que se ha producido, y se sigue produciendo, el desarrollo industrial junto a la desembocadura del Tinto y del Odiel. Sobreimpreso a un paisaje industrial que evoca los planos iniciales de Blade Runner, aparece en cada una de las fotografías un texto extraído del capítulo 77 de Platero y yo, ese en el que Juan Ramón cuenta la llegada a la capital, a Huelva, para ver El Vergel, en compañía de Platero, precisamente el lugar donde se levantó el monumento a los Descubridores, hoy completamente alterado. Lo decisivo es que a Platero, por ser un burro, no le permiten la entrada, y entonces, el narrador, es decir, Juan Ramón, que no ve en Platero a un animal, lo acaricia y se va, pues él, por ser hombre, no quiere tampoco entrar. Es como si Agredano nos estuviese diciendo que él no quiere entrar, no desea formar parte de un lugar en el que la naturaleza, lo virginal, lo primigenio e incontaminado, Platero en suma, ha sido aniquilado.

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 26 de enero de 2007