Reflexiones en torno a la eternidad

Instalación y fotografía. Aaron Lloyd. Andamios de hueso y carcoma.

Galería Javier Marín. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 30 de abril de 2011.

Una de las principales preocupaciones de los trabajos de Aaron Lloyd (San Fernando, Cádiz, 1970) hasta ahora ha sido la reflexión sobre el paso del tiempo, sobre los conceptos de temporalidad y eternidad. En su obra siempre ha habido una profunda empatía con el discurso del arte religioso barroco español, cargado de símbolos en relación con la muerte y la transitoriedad y fugacidad de la vida Aspecto parcial de la ibnstalación de Aaron Lloyd en la Galería Javier Marín de Málaga en abril de 2011.humana. En esta ocasión ese parentesco se hace aún más evidente, pero al mismo tiempo más paradójico, porque Aaron Lloyd no se limita a reinterpretar el «memento mori» o las «vanitas», sino a indagar en los motivos del descrédito de la intemporalidad. A partir de huesos de animales, construye torres y andamios, que en ocasiones tocan el techo de la galería pareciendo querer traspasar sus límites, construcciones ladeadas e inestables que son una metáfora de la ausencia, de la pérdida de la corporeidad, pero que sin duda remiten también a Valdés Leal y a sus Jeroglíficos de nuestras postrimerías de la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla.

Aaron Lloyd no tiene reparo alguno en plantearse cuestiones que tienen que ver con el sentido de nuestra existencia, con la vanidad y la soberbia humanas. Por eso estas torres hechas de huesos perfectamente ensamblados que ascienden inestables, nos recuerdan también la Torre de Babel de Brueghel el Viejo, símbolo de las vanas aspiraciones humanas, en vez de estar el hombre más atento a su propia interioridad y atender a las cuestiones esenciales. En todo esto, naturalmente, tiene una presencia permanente la muerte, que es una vieja compañera de las propuestas conceptuales y transmediáticas de Aaron Lloyd. La muerte como algo vinculado al tiempo y a la eternidad. Hay un texto precioso del autor, del año 2008, en el que se pregunta si no «hemos eliminado, sin haberlo sopesado, la eternidad entre nuestros valores». La eternidad, más que adquirir aquí una connotación religiosa en un sentido cristiano, que tampoco hay por qué excluirla definitivamente, es una idea que se refiere más bien a lo que debe permanecer del hombre, sus valores éticos, la defensa de la dignidad y de la libertad individuales, que sí deben ser eternos e intemporales. Ése sería, pues, uno de los aspectos de proyección del hombre en el futuro, a través de sus obras y de sus acciones.

En el fondo hay aquí una crítica oculta a la superficialidad y frivolidad de muchas de las supuestas creaciones artísticas contemporáneas, que se mueven en un absoluto vacío de ideas y de pensamiento. Aaron Lloyd apuesta por un discurso conceptual en el que estén presentes las cuestiones que verdaderamente atañen al destino humano, y entre éstas, como no puede ser de otro modo, están las espirituales y las que se dirigen al placer estético. La disposición a veces de los huesos en el espacio de la galería, en rincones o sobre recipientes, nos traslada a los enterramientos prehistóricos, incluso cuando todavía no estaba definitivamente conformado el homo sapiens. Aaron Lloyd defiende lo universal, el que estemos más atentos a las realizaciones de quienes nos precedieron, a fin de que no terminemos convirtiéndonos definitivamente en hueso y en carcoma: que siempre, por el contrario, permanezca lo mejor de nosotros.

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 9 de abril de 2011