Representación de la muerte

Instalación. Aaron Lloyd.

Galería Javier Marín. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 5 de noviembre de 2005.

En tan sólo un año y medio, que es el tiempo que hace que expuso en este mismo espacio, Aaron Lloyd (San Fernando, Cádiz, 1970) se ha decantado con fuerza y se ha comprometido a fondo con la instalación, aunque sin renunciar, como uno de los elementos esenciales de ella, a su dotada Aaron Lloyd. "Agua, ciénaga". Carbón siberiano sobre papel Arches. 2005.capacidad para el dibujo, un medio tradicional en el que interpreta de modo muy personal, a través de piezas de contenido alegórico, un determinado estado de ánimo, un hecho concreto y objetivo o bien un sentimiento acerca de la realidad. En esta ocasión su trabajo, que se presenta bajo el desorientador título de S.O.S. Simphony, es ni más ni menos que una bien construida y barroca representación acerca del fallecimiento de un amigo, un tema éste, el de la evocación de la muerte, que también ha estado presente en anteriores trabajos suyos referidos a la ausencia o a la desaparición de alguien. Pero como en otros casos, a Aaron Lloyd no le gusta recurrir a una lectura explícita de los sucesos, sino que prefiere valerse de un lenguaje metafórico y simbólico. En este sentido habría que interpretar su recurso, por ejemplo, al espejo, ya que se trata de un objeto de múltiples significados simbólicos que ayuda a contar lo que es mental y no físico.

La muestra se abre con una espectacular instalación independiente y convenientemente aislada en la que se ha dispuesto una rata de bronce pintado de gran tamaño, de pie en medio de la habitación sobre una plataforma de madera, apoyada sobre las extremidades traseras y con la cabeza levantada, como si fuese a cantar o a pronunciar un discurso delante de un micrófono diseñado con una estética de los años treinta, todo ello convenientemente iluminado con una luz focal. En una esquina un magnetófono reproduce una melodía de unos diez minutos de duración, en la que pueden distinguirse tres partes: una introducción, una parte central más compleja y una final más tranquila. La rata, que parece aquí un tenor, es una alusión a la fatalidad de la muerte, y el conjunto nos advierte de que no hay drama sin ironía, de que todo, incluso el fallecimiento de un ser querido, tiene su contrapunto.

Tanto el espacio restante del nivel superior de la galería como el del piso inferior han sido revestidos de una pintura repetida sobre el muro en la que se representa una mariposa, imagen de la transformación y del paso de un estado a otro. La mariposa vertebrada que se dispone en otro lugar, al modo de un residuo arqueológico hecho con huesos de animales, constituye de nuevo una imagen de los recuerdos, de los restos de experiencias vividas que quedan del paso de esa persona sobre la tierra. Cuando el espectador se adentra en el nivel inferior, es como si lo hiciese en un recinto sagrado, en un ámbito espiritual donde por doquier se rinde un contenido homenaje al amigo fallecido. Hay mucho de escenografía barroca, dominada por el color negro, en este montaje claustrofóbico donde no falta la alusión al agua y a la barca de Caronte. De todos los dibujos, realizados con carbón siberiano sobre papel Arches, el único en el que no se representa entera la figura, sino sólo las piernas, es el del amigo muerto, que, en efecto, aparece como un cuerpo exánime sobre una oscura ciénaga. De nuevo la ocultación, la ausencia.

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 7 de octubre de 2005