En defensa de la pintura

Alfonso Albacete reinterpreta los géneros clásicos de la figura humana, la naturaleza muerta y el paisaje.

Pintura. Alfonso Albacete.

Galería Marín Galy. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 21 de julio de 2001.

Después de más de diez años sin exponer en su provincia natal, vuelve Alfonso Albacete (Antequera, 1950) a estar presente en Málaga con una obra que en algunos casos es la primera vez que se exhibe en España y que, ante todo, supone una actitud militante a favor de la pintura, una declaración rotunda en defensa de una técnica que, si bien no ocupa ya desde hace tiempo el centro de la actividad artística, continúa siendo uno de los ejercicios más saludables de interpretación del mundo, una de las vías más preclaras para analizar críticamente la realidad o bien adentrarse en los recovecos de la propia subjetividad. Porque la pintura, que podría ser también reconocida sin mucha dificultad como un fin en sí mismo, como un producto esteticista, Alfonso Albacete. " Pintura de guerra nº 3". 2001. Acrílico sobre papel. 150 x 195 cms. es sobre todo para Albacete   —lo ha sido siempre—   un instrumento, un medio de conocimiento que se sustenta tanto en la elaboración de una idea como en el intento de aprehensión del tiempo. El pintor necesita de los conceptos, del pensamiento, para alcanzar la solidez de su arte; la pintura es, entre otras cosas, también un deseo de fijar la fugaz y cambiante realidad.

Aparentemente, estos cuadros se ocupan de los géneros tradicionales, del bodegón, del paisaje, del cuerpo humano, pero ellos son el pretexto de Albacete para hablar principalmente de la memoria, del transcurrir del tiempo, de la soledad, del taller del artista, para, en fin, expresar su grito en defensa de la pintura. Lo primero que anuncia esto último es el propio título de la muestra, Pinturas de guerra, un título que, al igual que sucediera en Pinturas Vásicas, juega irónicamente con las palabras, pues lo que antes confundía en un mismo término lo elemental de la pintura con el objeto (un vaso) que le servía al pintor principalmente de modelo, ahora pone en relación esa actitud en favor de la técnica con una figura humana masculina que alude a esa costumbre de algunos pueblos de pintarse el cuerpo como anuncio de la inminente guerra. Toda la obra de Albacete, aunque esta última serie más claramente, se distingue por una confesada admiración por Cézanne, por el fauvismo y por el expresionismo abstracto   —Albacete es uno de los pintores de su generación en los que más se advierte la tensión entre abstracción y figuración—, aunque en la serie de paisajes que ha titulado Gymnopedia, inspirada en la melodía musical homónima de Eric Satie, se inclina por reutilizar el lenguaje seriado de Andy Warhol en, por citar un ejemplo conocido, su personal tratamiento de la siniestra silla eléctrica. Albacete lleva a cabo la misma composición, con los mismos elementos, pero cambiando cada vez el color, a veces tan sólo realizando leves mudanzas de tonalidad dentro de la misma gama cromática. El frondoso árbol proyectando sombra, la silla de anea vacía debajo del árbol y la casa-taller del artista, son elementos autobiográficos, símbolos que dan cuenta del paso del tiempo.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 16 de julio de 2001